Para nadie es un secreto que los secretos no existen, pero para el circulo de allegados al poder (partidos políticos de izquierda y ultraizquierda, organizaciones extremistas con nombres variopintos, colectivos de pared y mafias regionales o micro cárteles) la ficción supera a la realidad, porque viven convencidos que lo que realiza Castillo y su tropa, es una maravilla en lo económico, educativo, sanitario, social y cultural. Sin embargo, la evidencia es una sola: jamás el país ha estado en peores manos, en peores gentes que con prontuarios inacabables, destruyen las esperanzas y hunden el camino hacia el progreso.
Odio, resentimiento, envidia, celos y cólera, es lo que llena las palabras y miradas agresivas del presidente y sus ministros, así como de todos los funcionarios que asumen ese nivel de compromiso con la violencia hacia los que son de oposición al caos y al desastre, a la delincuencia permanente, la corrupción de las izquierdas y la impunidad enquistada en el poder ejecutivo de la nación.
Pero las uñas de la criminalidad política no sólo se visten de rojo explosivo, sino que entre sus aliados –¡qué duda cabe!- se distinguen amontonados y arrodillados los que siempre roban, los que siempre mienten, los que siempre van de tumbo en tumbo, engañando y aprovechando sus nexos con alguien en el poder, para seguir enquistados en los presupuestos públicos, para seguir en licitaciones amañadas, contratos irregulares, nombramientos indebidos y hasta cargos diplomáticos en el exterior. Esos, los mercenarios y mercantilistas, son los peores porque tratan a como dé lugar, de legitimar al gobierno del odio en la amplitud de su corrupción e impunidad.
Y en estos días que los peruanos -mayoritariamente católicos- ofrecen sus plegarias y homenajes a la Sagrada Imagen del Señor de los Milagros, no era de extrañarse que el odio del presidente y sus hordas pretendiera “castigar” al Cristo Moreno, impidiendo su paso por la Plaza de Armas de Lima e inclusive, negándose a darle el homenaje que todos los presidentes le han ofrendado siempre.
El odiador impidió el paso de la Procesión y a cambio del Cristo de Pachacamilla, hizo ingresar a un grupo de manipulables hasta el Patio del Hedor, a su legión de la violencia para darles una arenga contra la Libertad de Prensa y contra la Libertad de expresión, no sólo de los medios de comunicación, sino de cualquier peruano que exprese con su palabra sus opiniones: “miren sus cámaras, vean sus rostros, acaben con ellos” parecía ser en una sola línea la orden de la voz cobarde que se escondía en frases entrecortadas para no revelar toda la magnitud de la sugerencia en el ataque inmediato. Y a los minutos, agresiones a un joven periodista, escupitajos a una reportera, insultos, gritos ofensivos y más amenazas se aplicaban contra cualquiera que estaba en su trabajo de captar la noticia, sobretodo si era un camarógrafo o video reportero.
Esa es la esencia de un gobierno cargado de odio, nacido del resentimiento, que se reproduce por conductas impropias y dirigentes convictos. ¿Y cual es denominación ante características tan notorias, explosivas y cobardes? Una sola: gobierno subversivo.