Siguen robando desde el Estado, se siguen llenando las planillas con más delincuentes que rotan de una entidad pública a otra, pero peor ahora, porque se cambian cargos y ubicaciones entre compinches, mientras se aumentan sueldos y privilegios injustificables -para mantener los pagos a terceros que son los que consiguen los empleos mal habidos-; al mismo tiempo, se nombran cientos de autoridades políticas para mantener la estructura de manipulación y control partidario de los propios y los aliados, como instrumento de contención y posteriorente de represión. ¿Y nadie dice nada? Los ciudadanos sí, los congresistas no.
El mal tiene dos partes: el gobierno y el congreso, son dos zonas desprovistas de liderazgo, inundadas de caudillos y operadores de la corrupción y la mediocridad, abarrotadas de malhechores y complicidades que se ponen de acuerdo para dar una imagen de discrepancias, pero en realidad, están a igual nivel, en el mismo rumbo y delito.
El guión es compartido, la asquerosidad y el escándalo también. El gobierno y el congreso se miran y se reflejan en un mismo espejo, son un mismo rostro de maldades. Mientras tanto, islas de esfuerzos se concentran en una posible conjunción de voces y protestas que tienen, que deben unirse porque de lo contrario, seguiremos en lo mismo, viendo como desangran al país, como destuyen la economía y cómo aplastan las libertades en una democracia frágil, cobarde y huidiza de sus armas para reprimir el acecho de sus verdugos.
Hay que fumigar dos poderes políticos ahora, para fumigar después el poder judicial y a partir de esa limpieza profunda de instituciones claves en la supervivencia ciudadana, reformular el funcionamiento de las fuerzas del orden. De eso se trata si queremos limpiar el país, si queremos enrumbar al país. No es asunto de derechas ni de izquierdas ahora, es tema de unidad y compromsio teniendo una agenda en común. ¿Es eso posible? Si dejamos de lado nuestra soberbia y vanidad para ser tenaces y sensatos, es posible lograrlo. De lo contrario, nuestros temores y recelos –hacia la izquierda o hacia la derecha- aumentarán, serán irreconciliables y el destino, terminará siendo fatal.
Necesitamos revivir o revitalizar partidos con dirigentes, con líderes que sean voz y rostro popular, que no sean ellos –los dirigentes- los eternos candidatos y candados de otras aspiraciones, sino los promotores de candidaturas de unidad y consenso mínimo, con diferencias no importa, pero de consenso en lo básico: democracia, transparencia, honestidad, actitud de ejemplo.
Siempre decimos que estamos al borde del precipicio y nuestra caída es inevitable. ¿Saben qué? Hemos caído tantas veces al abismo, nos hemos empujado nosotros mismos tantas veces, que nuestra forma de ser nos revitaliza para recuperar el tiempo perdido, porque sino, todo seguirá igual y nada cambiará, como ahora lo estamos comprobando con el pernicioso y delincuencial gobierno que tenemos en el Perú.
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