El terrorismo hizo tanto daño y tuvo tantos aliados sobre la mesa y debajo de ella, que solamente el hecho de mencionar a sus actores, promotores, instigadores y defensores, ahora causa reacciones oficiales en contra, como si la Memoria nos la hubieran arrebatado y no pudiéramos recordar, como si el dolor se hubiera extinguido por Decreto Ley o Cuestión de Confianza, como si el perdón tuviera que ser obligatorio para las víctimas, rindiendo silencio y sumisión ante los criminales que asesinaron a miles de personas y enlutaron todo un país.
Pero eso, no es nada si vemos que los denominados rezagos del terrorismo, activados por el partido comunista Sendero luminoso, fueron encontrando opciones para infiltrarse en el aparato legal del Estado peruano, usando los caminos y herramientas de la débil democracia para mostrarse como “arrepentidos” y deseosos de participar ya no con las armas y los explosivos, sino con los discursos y las agrupaciones políticas que darían a nacer. ¿Contradición? No, estrategia subversiva.
Usaron dos vías: la legal, creando organizaciones o partidos de fachada en todos los ámbitos posibles, pero logrando activarlos solamente a nivel de respaldo magisterial, con oeneges ambientalistas, con grupos de obstrucción, sabotaje y generación de conflictos hacia la minería e hidrocarburos, mediante esquemas de invasiones de terrenos de propiedad privada y pública, con nuevos aliados en los medios de comunicación y redes sociales e infaltablemente, dentro del Congreso de la República para lograr su demolición irremediable. Una telaraña montada entre los muros de la democracia, para desmontar los valores y principios de la democracia. Lo permitimos y lo seguimos permitendo, absurdamente.
La segunda vía, la de siempre: los actos subversivos siguieron mediante escalas y periodicidad, latencia, frecuencia y secuencia, pero los gobiernos y las disminuidas fuerzas armadas, junto a la corrupta y negligente policía nacional, no hicieron nada contundente para exterminar al terrorismo, al contrario. Es comentario conocido y manifiesto que la venta de pertrechos y armamento (granadas, municiones, fusiles de guerra y hasta lanzacohetes) se hace sin ninguna limitación. ¿Así se pelea contra el terrorismo?
Y no solamente ese cuadro es lo que caracteriza la infaestructura del partido comunista (sendero luminoso, bandera roja, estrella roja, patria roja, Perú libre o como se llame hoy en día), sino que el aliado más importante con el que cuentan es el nacrotráfico –como siempre- pero al que se la ha unido la garantía de impunidad desde algunos gobiernos locales y regionales, tanto como la cerrada complicidad desde el actual gobierno nacional porque, “el no hacer nada efectivo, es una garantía de protección”.
Es así que lo único que sabemos del VRAEM por ejemplo, es que se encuentra en permanente Estado de Emergencia ¿Bien raro, no? Manos libres por ambos lados, billete también libre e ilimitado entre sus billeteras de corrupción y por supuesto, garantía para la impunidad.
El Estado se ha retirado del VRAEM y del Alto Huallaga, eso es evidente. Y su reemplazo, la subversión aliada a los cárteles del narcotráfico, es la autoridad. Allí está el meollo de todo: el partido comunista que gobierna y el partido comunista del narcotráfico… ¿Venceremos?
Imagen referencial de archivo, vía Radio Nacional