Todo ser humano debe vivir de acuerdo con la verdad. La mentira corrompe siempre. El hombre mentiroso, si no se corrige a tiempo, termina siendo corrupto. Una sociedad en la que campee la mentira es una sociedad insegura y corrupta.
La verdad es necesaria e imprescindible para que se den buenas relaciones humanas. Toda persona necesita confiar para poder trabajar sin miedo y libremente. Quien sale a la calle necesita la seguridad en los lugares por donde se desplaza.
La delincuencia siempre es mentirosa y destructiva. Con el delincuente no se puede conversar, no está en condiciones para hacerlo porque tiene el firme propósito de robar y de hacer daño.
No puede existir democracia entre delincuentes. No se debe tratar con delincuentes, a ellos se les combate y se les procesa.
Con el delincuente arrepentido se puede empezar a conversar prudentemente, pero de ninguna manera se le puede confiar cargos de alta responsabilidad. Antes tendría que pasar por un período largo de verdadera recuperación.
Afrontar la verdad
A todo ser humano le toca afrontar la verdad y defenderla sin medias tintas ni ambigüedades. Todos tenemos que llamar a las cosas por su nombre. Se puede hacer con verdadera finura y delicadeza, respetando a las personas. La verdad no es grotesca ni tosca, tampoco agresiva y cruel.
El que habitualmente dice la verdad es una persona que sabe amar. La persona que vive de acuerdo con la verdad suele tener un criterio correcto y tino para decir las cosas.
Quien protege la verdad es discreto y sensato. No arma escándalos ni hace aspavientos. No tiene actitudes irónicas de maltrato y mofa, no hiere al prójimo y tiene una capacidad inmensa de perdón.
El que dice la verdad interviene, no se esconde, no tiene miedo, se involucra. No se asusta y no tiene escrúpulos para intervenir con argumentos claros y poder defender a una persona injustamente atacada.
Una persona que realmente quiere hacer el bien no se quita ni se amilana. Con la prudencia del caso, interviene en las redes o en los medios de comunicación con entereza y sin esconderse en el anonimato, no tiene pelos en la lengua y corre el riesgo de ser perseguido y calumniado por los enemigos de la verdad.
Cristo se involucra sin miedo para defender la verdad
El ejemplo más claro de defensa de la Verdad es Nuestro Señor Jesucristo, que fue perseguido, maltratado y sentenciado a morir entre los más grandes delincuentes, solo porque supo amar y defender la verdad.
Que fácil resulta vivir en la cobardía de no decir nada y quedarse encerrado para pasar desapercibido y así no tener problemas.
San Josemaría decía que “el infierno está lleno de bocas cerradas”
Buscar la Verdad es buscar a Cristo, que Él pueda venir a nuestro corazón, a nuestra casa y a nuestro país.