No todos mueren igual, aunque todos vamos a morir. La Iglesia nos exhorta constantemente para que la muerte no nos sorprenda sin estar debidamente preparados. Un viejo refrán dice: “que nos cojan confesados”
El mundo se prepara para muchas cosas, las personas habitualmente se están preparando para algo, sin embargo, hay un olvido de la preparación más importante: prepararse para morir bien.
La Iglesia nos recuerda que hay una vida eterna de felicidad que hay que ganársela portándose bien. Los 10 mandamientos resumen los méritos que debemos hacer para ganarnos el Cielo.
El quinto mandamiento, que se refiere a los muertos, es una prohibición: ¡No matar!, que prohíbe también las violencias que hieren o maltratan al prójimo.
A cada uno nos toca ver cómo es la relación con nuestro prójimo, porque nos toca respetar y querer a todas las personas, tal como lo hizo Cristo, que murió por todos sin excepción.
La defensa de la vida
La vida hay que respetarla desde la concepción hasta la muerte. La Iglesia condena el aborto y la eutanasia. No se entiende y es un contrasentido, los que impiden la defensa de la vida.
La vida hay que defenderla siempre. Nadie es dueño de su propia vida y mucho menos de la vida de los demás. El único dueño de las vidas humanas es Dios. Dios es el que nos ha creado y el que dispone cuánto vamos a vivir en este mundo.
La defensa de la vida frente a una agresión puede llevar, cuando la situación es extrema, a emplear la fuerza que podría causar la muerte del agresor. El que se defiende en esas circunstancias y causa la muerte de su agresor, no tiene culpabilidad.
Cuando se trata de una contienda debe estar muy claro quién es el agresor, quién es el que emplea primero la violencia, y quienes son los que buscan defenderse y defender a los demás.
La defensa de la vida debe ser clara y contundente, no a medias tintas, no caben situaciones políticas con “arreglos”, que deriven en acuerdos injustos, o el dejar las cosas sin resolver y a medio camino.
Conciencia recta y buena conducta
Para morir bien es necesario portarse bien y no ser personas agresivas y violentas. El odio es malo genera desprecio y una agresividad brutal y destructiva.
Los seres humanos han nacido para amar y no para pelearse. Urge una educación, desde la familia y en la escuela para que todos formen bien su conciencia. Es indignante cuando en los textos escolares se fomenta el odio y la división entre los seres humanos, en vez del perdón y la reconciliación.
A veces parecería que todo está al revés. Urge revertir estas situaciones de insensatez y falta de coherencia para que los seres humanos solucionemos los problemas con el diálogo y la comprensión.