Dos iniciativas para promover la industria, la manufactura y el comercio intrarregional han aparecido recientemente en el Congreso estadounidense. Lo que sea que uno piense de la política industrial, estas iniciativas claramente reflejan una creciente concientización sobre la importancia de América Latina, especialmente Centroamérica, para los intereses estratégicos geopolíticos de Estados Unidos. Un país, en específico, se mantiene listo para beneficiarse de ambos proyectos de ley. Ese país es Guatemala.
La iniciativa en la Cámara es la Ley de Deslocalización, propuesta por el republicano de Tennessee, Mark Green. Del Senado sale la Ley de las Américas, propuesta por el republicano de Luisiana, Bill Cassidy. Ambas leyes priorizan el intento de retornar la industria y la manufactura a Estados Unidos o, en lugar de eso, a países cercanos. Las leyes contemplan un tratamiento especial para el comercio, impuestos, crédito y ofrecer otros privilegios que busquen incentivar el desplazamiento de cadenas de suministros críticas más cerca a casa.
La rivalidad que fuerza esta respuesta
Las motivaciones detrás de ambas leyes son estratégicas y surgen de la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China. El primero depende de su rival geopolítico para que le suministre bienes críticos. Esto es algo que nunca sucedió durante la Guerra Fría con la Unión Soviética, cuyas exportaciones e importaciones combinadas solo representaban un escaso 4-5% de su PIB. Con China, esta cifra está cercana a 40% de su PIB que ya es el segundo más grande del mundo.
La maquinaria y bienes eléctricos, metales, textiles y plásticos/cauchos son solo algunas de las principales exportaciones de China a Estados Unidos. A escala global, China controla 63% de la minería de tierras raras en el planeta, 85% de su procesamiento y 92% de la producción de magnetos. Estos son componentes críticos en armamento moderno y esenciales para las altas tecnologías. Estados Unidos promovía el libre mercado y comercio durante la Guerra Fría, pero no externalizar sus industrias de defensa o cadenas de suministro críticas.
Las iniciativas de Cassidy y Green buscan un regreso a las prácticas básicas de estrategia geopolítica, incluso si desafían al libre mercado y la eficiencia económica. Mientras usan la jerga y la terminología del libre comercio, ambas iniciativas están motivadas por dos objetivos políticos: (1) reducir la dependencia económica estadounidense de China y (2) socavar la creciente presencia china en las Américas.
En camino a convertirse en la economía más grande del mundo, China aspira a desplazar a Estados Unidos como el poder hegemónico. Rodeada de bases militares estadounidenses cercanas a sus costas, China aspira a tener presencia militar cerca a las costas de Estados Unidos. Si eso pasara, sería, para siempre, un punto de inflexión para los intereses estratégicos de seguridad de Estados Unidos. Bajo la política exterior woke que ha capturado al Departamento de Estado, Estados Unidos no puede protestar contra China sobre lo que hace Estados Unidos regularmente. La realpolitik vence a la wokepolik.
El sitio lógico para que China posicione una fuerte presencia en Centroamérica sería en Guatemala debido a su proximidad con Estados Unidos y acceso doble al océano. Hasta ahora, una propuesta de ese estilo ha tenido cero éxito en Guatemala. Este ha sido tradicionalmente un aliado fiel a Estados Unidos, como se ha evidenciado por su apoyo incondicional a Taiwán e Israel. De la misma forma, la milicia guatemalteca ha vencido a insurgentes comunistas, a pesar que Estados Unidos le cortó la asistencia militar en los momentos más cruciales.
Este apoyo a la política exterior de Estados Unidos ha sido en gran parte gracias a las preferencias políticas del sector privado en Guatemala. Sin embargo, las políticas domésticas pueden y usualmente cambian, especialmente cuando poderes externos intervienen en políticas domésticas de países en desarrollo.
La situación se vuelve clara para las iniciativas de Cassidy y Green en el Congreso. Estas tienen la intención de cumplir con sus dos propósitos de socavar la dependencia económica de Estados Unidos de China y la creciente influencia de China en la región. Algunos prerrequisitos para calificar para los beneficios en estas iniciativas son:
- no tener un Gobierno autoritario;
- haber tomado pasos concretos para disminuir la migración ilegal y la trata de personas;
- haber tomado pasos concretos en la guerra contra las drogas;
- reconocer a Taiwán.
Guatemala es indispensable para los intereses estadounidenses
Guatemala cumple con todos los prerrequisitos de las iniciativas de Cassidy y Green.
Como un aliado leal de Estados Unidos en asuntos exteriores, Guatemala es el país más grande de Centroamérica en términos de PIB y población. Guatemala es también el país más grande del mundo, en ambas categorías, que todavía reconoce a Taiwán. Guatemala tiene acceso a la costa del Pacífico y del Atlántico y su frontera con México es mucho más pequeña y fácil de controlar que la frontera estadounidense-mexicana.
A un nivel más práctico, Guatemala tiene la capacidad industrial que muchos de sus vecinos no tienen. Las islas caribeñas no tienen la capacidad industrial ni las economías de escala para optimizar las oportunidades de deslocalización. Once países caribeños juntos representan apenas la mitad de la capacidad industrial de Guatemala, que es solamente superada por la de República Dominicana. Sin embargo, ese país no tiene acceso al Océano Pacífico.
Ha llegado la hora para que Estados Unidos reconozca la importancia de Guatemala para sus intereses en seguridad. Similarmente, Estados Unidos debería honrar la lealtad sin reciprocidad, pero constante, del Gobierno guatemalteco a los intereses de las políticas exteriores de Estados Unidos.
En tiempos de rivalidades de poderes de gran calibre, los países pequeños pueden salir beneficiados. Si algún país debe beneficiarse de la repartición de ayuda de Estados Unidos en la región, Guatemala debería ser la primera en hacerlo.