El fracaso político de los que gobernaron con odio y violencia es justificado a diario en algunos medios de comunicación “tradicionales” que hacen negocios de una u otra forma con los que se sientan en el poder temporalmente. La hipocresía se presenta como amiga, mientras opera en tres escenarios separados en la imagen, pero unidos detrás del telón diciendo: (1) Somos ahora tus aliados y nuevos consejeros; (2) Nos mantenemos en un equilibrio que nos permite criticar con cariño y aplaudir con gran mesura; (3) Somos una oposición fuerte pero no debilitante, para concentrar la atención en tu gobierno y en nosotros, sin espacios para otros.
Esa es la fórmula del denominado “diario del túnel”, del cambiante periódico “de la calle de la Rifa”, de dos emisoras que están en la ruta del abandono y de pocos, pero efectivos -eso sí-, pasquines de fin de semana y megáfonos de las redes sociales. Por eso, sus presupuestos van de crisis y angustias, a caja y refuerzos. Es su arte pues.
Si bien es cierto que cada quien siembra sus miserias y cosecha sus desdenes, existe un ilustrado abanico de negociantes turbios que se hacen llamar periodistas y “manejadores de oportunidades y crisis” (no son comunicadores, ni relacionistas públicos, ni servicios de enlace, ni siquiera lobistas). En ese inmenso costal de elegantes gorgojos que se reproducen de acuerdo a sus contaminantes contratos verbales y los pagos efectivos que se filtran desde el Estado de múltiples formas -como auspicios directos o por medio de varios proveedores del gobierno- se ha hecho identificable que desde el gobierno de Vizcarra, el grupo de la industria del ataque, chantaje, extorsión, ajuste, pechada y arañazo, logró crearse una amplia base financiera que se está agotando rápidamente y por eso, tratan de repetir con la dupla Boluarte-Otárola lo mismo, mientras intentan “medir” al Alcalde de Lima con esa táctica de criminal raciocinio.
Pero sucede que en ese mar de intereses para “agarrar más dinero, como sea y de dónde sea” algunos de los patrones de la política del mal gobierno -de los pasados evidentemente-, se están adueñando de los medios de las redes, de los medios de los nuevos canales de la virtualidad, de los medios que no están al medio, sino en los extremos (en especial, en el epicentro y en el foco de la franja de las izquierdas).
Y eso es tan cierto, que lo vemos, escuchamos y leemos cuando echan espuma de odios porque nada es más evidente que la desesperación de los ignorantes que gobernaron y esa intelectualidad hipócrita de algunos analistas que justifican el hedor, siendo antes sus aliados de alquiler, siendo hoy sus socios o sirvientes en una nueva escena del teatro del absurdo, algo muy peruano y tradicional también.
La espuma del odio es como una capa de concreto que está por encima de la mezcla de hipocresías, resentimientos, favorecimientos irregulares e ilegales, componendas y traiciones diversas. La espuma del odio ha gobernado décadas pero se hizo evidente con el lodazal del lagarto, con el pantano de su siguiente, con el fango del mal llamado profesor y aún hoy, aún todavía, se percibe en el caso de la vice presidente de Castillo y su hábil peón, que saben presionar “a cambio de”, a los que no quieren volver a observar que el país se puede ir al hoyo profundo de donde no existe retorno. Pero esa película es de alto riesgo, porque se estaría comprobando que una especie de nueva dictadora está germinando bajo el antifaz de la recuperación “democrática” y económica del Perú.
Espero estar equivocado, quisiera estar equivocado -por mi país que no merece esto-, no por el gobierno.