Parece que las hipótesis del camino que se construye hacia la felicidad no existen y que los sueños se han ido a otro lado, porque en el Perú del Siglo de la Oscuridad (el 21) todo es al revés, como siempre, pero peor.
Un caso enigmático es el Congreso de la República, esa enorme cueva de los inescrupulosos y nido de los pérfidos, donde no les interesa lo que le ocurra al país, mientras ellos y ellas no pierdan sus privilegios temporales, sus acuerdos bajo la mesa, su continuidad comercial. Son el egoísmo reciclado en fanáticos de la apropiación de todo lo que puedan agarrar (ese es el verbo, agarrar) y con tal fin innoble, estiran uñas inmensas sobre el raquítico cuerpo, el esquilmado y desangrado esqueleto de la peruanidad que no grita, que no protesta más, que sigue con cada uno en lo suyo, esperando que haya un partido de fútbol con quien sea para gritar alguna locura bonita, porque en la vida, ya no se tienen esos momentos, ni tampoco esas emociones que alguna vez alumbraron a todos y con todos.
Pero como en el baile se necesita a dos, y el Congreso es el otro lado del rostro del crimen, algo así como la media naranja que se mira pegada al Gobierno, con quien no duerme, pero se recuesta para compartir el momento del escoger cada uno “su pieza”, su privilegio inmoral, su acecho y dominio, vemos, leemos y escuchamos que no hay peleas ahora, que no hay enfretamientos ahora, como si en aparente identidad por la mal llamada gobernabilidad, los pericotes compartieran el queso con los gatos y juntos durmieran la siesta, abrazados (el Congreso y el Gobierno).
Paradojas, cosas increíbles, el Perú en sus escenas del teatro del absurdo, como siempre, pero peor. Nunca olviden: “como siempre, pero peor”.
Y viene la pregunta: ¿Es Dina Boluarte un clavo más en el ataúd del país que se viene destruyendo para enterralo? Por supuesto, claro que sí. ¿No lo habías notado? ¿Crees que por el hecho que se sacó el boleto de la suerte para reemplazar constitucionalmente al golpista de Pedro Castillo, Dina Boluarte ingresó a la santidad y merece bendiciones? Por favor, no seamos más ingenuos que los imbéciles.
La señora Boluarte y su socio Otárola son aliados innegables de Martín Vizcarra y de Vladimir Cerrón que anda callado, a quienes les están preparando el terreno del 2026 en una forma u otra, salvo que Dina siga jugando a tres bandas y se quede más tiempo antes de ser procesada (algo muy extremo pero no imposible), porque Boluarte sabe muy bien que en el primer instante que deje la presidencia, la van a detener y enviar a prisión, no sólo por la responsabilidad que le recae sobre las víctimas de la violencia que sigue en la agenda política de enfrentamientos que parecen apagados, sino por una larga serie de delitos que están apareciendo y sobre los cuales, no tendría escapatoria. Boluarte no puede romper la tradición presidencial peruana del Siglo de la Oscuridad, para ir presa.
Mientras tanto, Pedro Castillo se frota las manos sucias, pero Dina Boluarte le entrega paños húmedos para su limpieza. Los dos están en la misma vereda resbalosa, los dos comparten complicidades, son socios que parecen enfrentados en las palabras, como siempre lo hacen los de las izquierdas, pero se encubren y después se juntan nuevamente (dispersión, aglutinación y conformación del frente político; mano abierta, puño cerrrado, golpe político estratégico).
No piensen que la salida de Castillo ennoblece a Boluarte, no es así el recorrido de la verdad. Los dos son corresponsables del mal gobierno que juntos -ellos, los de la fórmula presidencial del partido comunista Perú libre- han llevado al país a un lecho de muerte y por eso, nos encontramos en un ataúd donde Dina es el clavo que falta para sellar todo y enterrar al Perú, si lo seguimos permitiendo.
Lo peor de todo esto es que hay varios ejes de conspiración contra Boluarte y todos vienen de la misma izquierda y sus múltiples cañerías turbias, ante lo cual, un posible reemplazo presidencial desde el Congreso reavivaría violentamente las protestas, conduciéndonos a una posible guerra civil “de nuevo tipo” (aumento del odio, incentivos al resentimiento, agresiones en las calles, peleas masivas), dividiendo más al país, enfrentándonos a todos en una espiral imparable que por ahora se ha detenido, pero estuvo en ritmo de crecimiento y se apagó por la ausencia de líderes y discurso popular convocante.
Vean bien, la flama está aún encendida, está a fuego lento y hay mucho combustible para que se ponga muy roja. Recuerda que no son las promesas las que te dan de comer hoy, no son las protestas las que te alivian la carga de hoy. Estamos en medio de nada y vamos hacia nada si todo continúa así.
En tal escenario viene otra pregunta obligada: ¿Los extremos serían la única opción de orden? No lo sé, no me atrevo a responder eso ahora.