Con cierta frecuencia, intensa por momentos de alternancia en el poder, los medios de comunicación van perdiendo audiencia, lectores, oyentes y lo más importante, sus clientes y anunciantes. Eso es lo que a primera vista y discusión ocurre, pero existe algo más importante: la causa de ese drama y castigo.
El esquema vigente, la denominada nueva costumbre desde hace varias décadas, es que los medios se modernicen y cambien sus formatos, portadas, estilos, mesas de redacción y perfiles de opinión editorial, para confundirse con una envoltura de agresión, para crear escándalo con grandes titulares, para generar acusaciones en condicional -y así evitar demandas judiciales-, para dejar de hacer periodismo y entrar de lleno a la militancia del odio y al enrolamiento a favor de los gobiernos de turno “a cambio de”, es decir, al alquiler, a lo mercenario, a lo podrido, a lo vil en un nuevo oficio servil.
Ese periodismo “de nuevo tipo” es como la “revolución de nuevo tipo”, una telaraña que atrapa y no suelta hasta destruir a la víctima. Ya no quedan -como antes- los periodistas del Decano, o los de casas cercanas a la noticia, a la primicia, a la comunicación de los hechos y sus efectos; ya no quedan -como antes-, las entrevistas que invitaban a ilustrar, más que con preguntas, con un diálogo inteligente entre personas inteligentes, porque hoy se hacen para denostar, injuriar, ofender, calumniar y para “pechar” como si la chaveta fuera palabra y como si el entrevistado fuera el nuevo cadáver a embalsamar.
Pero no todo es fanatismo al dinero sucio o entrega al placer mundano, porque el tiempo otorga retornos cuando el alma sigue viva y esa alma del periodismo peruano honorable, está resurgiendo desde los más jóvenes y en las palabras y blogs de los más viejos, en una trascendente y hermosa conjunción de valores y virtudes. La extinción de un periodismo que solo ha hecho daño es cuestión de pasos y empujones que la ciudadanía está haciendo realidad, para que se desbarranquen en su miseria los villanos con capa de héroes. Van cayendo y más abajo, desde sus programas “estelares”, desde sus “micrófonos abiertos”, desde sus “semanarios independientes” y desde sus “redes de engaños”.
El Periodismo no es lo que ves, oyes o escuchas cuando un miserable o una renegada se dicen ser lo que no son y jamás serán.
El Periodismo está renaciendo desde el teclado de cada pensamiento libre y honesto. Hay que dar golpes de teclado, con el alma y la vida limpia.