No es para asombrarse cuando se afirma que Martín Vizcarra está en componendas con el gobierno de Dina Boluarte y su gerente de operaciones Alberto Otárola. Es evidente, tiene varios ministros militantes de su organización política y varios burócratas bien colocados en organismo reguladores y diversas instituciones públicas, desde donde van alimentando sus movimientos estratégicos con miras a postular a la presidencia o al Congreso de la República, aún sabiendo que al estar inhabilitado no podrá ejercer algún cargo de elección popular. Pero puede postular, puede meterse en el escenario para fastidiar y para seguir cobrando (cupos, cuotas, favores a futuro, retribuciones, quién sabe qué mas).
Pero hay un problema que crece y se está haciendo eco con fuerza: ¿Qué ha hecho hasta el momento el gobierno de Dina Boluarte, el pésimo trampolín para impulsar a Otárola o dar un empujón a Vizcarra? No ha hecho nada positivo, absolutamente nada. Estamos en un ritmo de estancamiento, de indecisiones, de indefiniciones y de querer quedarse “ella y sus socios” todo el tiempo que sea posible.
En el ámbito de las inversiones privadas retrocedemos. En el campo de la inflación, sigue creciendo. En el terreno del empleo no aumenta (lo que crece es el subempleo, es decir, trabajo sin beneficios). La informalidad sigue disparándose, la angustia por dinero y la limitación a los créditos de consumo es un hecho contraproducente y de alto riesgo para pequeños emprendedores. Hay un estancamiento absoluto, así estamos por culpa del gobierno y se repite la frase de condena: el hambre y la miseria, son culpa del gobierno y del Congreso, el corresponsable, el socio de la ineptitud, la corrupción y la impunidad. Son dignos herederos de un indigno presidente como Castillo.
No tenemos rumbo, ni siquiera punto de partida. No tenemos guía, ni brújula, ni mirada hacia el horizonte. El país es una momia envuelta en presiones de organizaciones criminales. Ese es el panorama actual, porque éste gobierno, no hace nada bueno por el país.