Miremos hacia atrás y notaremos que hay una misma secuencia: “si no es Humala, caemos en el comunismo”… “si no es PPK, caemos en el fujimorismo”… “si no es Vizcarra, podemos caer en las manos de Antauro Humala o Verónika Mendoza”… “si no es Sagasti, caeremos en las manos de la Silva Santisteban, el rostro que justifica a sendero”… “si no es Castillo, viene Keiko con lo peor del nuevo fujimorismo sin Fujimori”… “si no se queda Dina, puede ser presidente cualquier congresista, cualquiera de Perú libre, hasta uno de los dos morados, nadie sabe”.
¿Se dan cuenta qué clase de absurdo razonamiento se impregnó asquerosamente en la decisión de millones de personas que con sus votos le dieron una estocada al país, desmoronando todo concepto de democracia? ¿No se dieron cuenta esos votantes que sus decisiones e indecisiones apresuradas, tal vez impensadas, fruto de odios e iras o influencias en segundos, están destrozando el más mínimo concepto de gobernabilidad futura? ¿Porqué elegir el pecado, el crimen evidente y encubierto, el daño verificado y no una opción a ese camino del mal que no era necesariamente “la otra” alternativa que los medios de comunicación nos ponían como “esa o nada”?
Hoy en día estamos dentro lo que tenia que suceder, nosotros mismos seguimos ajustándonos la soga de la horca y creemos que ajustándola más, no nos ahogaremos, sino que respiraremos democracia. Y en esa nueva escena de la película política peruana, nos encontramos en el capítulo casi final, en el que una señora vicepresidente traiciona su palabra y no renuncia como dijo que lo haría si el jefe de la banda era descubierto y capturado, como ocurrió. Es más, no sólo no renunció, sino que volvió a mentir diciendo, la ahora señora presidente, que haría un llamado inmediato a nuevas elecciones, lo que en este caso, nunca ocurrió más allá de poses y primeras planas previamente acordadas para seguir meciendo a la ciudadanía.
¿Esto es un enredo que no para de seguir sacando historias? Sí, es un enredo provocado. Existe una tríada, una tripleta formada a nuestro entender, en nuestra opinión, formada por tres operadores de una acuerdo “non sancto” (Boluarte-Otárola-Vizcarra), que pocos ven siendo evidente, que juega como un ventilador de acuerdos bajo la mesa ¿no se dan cuenta?”.
Lo principal, lo más importante si nos vemos en el espejo de la realidad es que no tenemos porqué defender a Boluarte en sus delitos, no es ningún deber sacar la cara por un criminal como Vizcarra, no es democráticamente responsable defender a un primer ministro que más parece un Heinrich Himmler en camino a aplicar la solución final. Entendámoslo: defender la frágil Democracia, no significa defender al gobierno de Boluarte y sus cómplices.