Cansa, es cierto, que todos los días veamos, leamos o escuchemos, aún sin quererlo, que una larga e interminable lista de incompetentes, ignorantes y soberbios metidos en política o hablando de política, se hagan o se sientan los supuestos nuevos referentes de la opinión pública, como si hubiéramos regalado nuestra inteligencia a los que carecen de la misma. Pero es así el singular país donde habitamos, es así que para ser imbécil no hace falta carecer de capacidad, estudios, formación o especializaciones, sino que simplemente “ocurre” y ese privilegio del mal, es patrimonio coloquial de los políticos y de los que están doctorados en hablar tonterías y se hacen llamar “analistas” de la política y de la economía también.
En el Perú nos estamos acostumbrando a “los todistas” que usan la radio, la televisión, los periódicos y cualquier medio virtual, para expresarse como voceros en derecho constitucional -por ejemplo- o en derechos humanos también, reduciendo la categoría del conocimiento, a la expresión del absurdo. No es necesario por eso, ser de la izquierda o de la derecha, del centro o de ningún lado para escapar a las identificaciones, sino que hay que expulsar palabras lentamente, para ser reconocido rápidamente como un imbécil, lograr que hablen de uno “siendo un imbécil” y mirarse en el reflejo del espejo para saber que se está haciendo popular el ser eso, un imbécil. Sin embargo, allí hay un error -felizmente-. Los imbéciles no llegan al poder, son avasallados por los ladrones, los corruptos y los vividores, que son muchísimos más.
Resulta interesante que de todas las tonterías que dijo alguien por allí, una de sus frases haya quedado inmortalizada en las redes sociales del debate de los imbéciles, cuando afirmó ese desmedrado que los derechos humanos son limitantes de la democracia. Y no se trata de si “Guiliam Redford III” de tal o cual universidad lo dijo antes y ahora lo rebuzna el que no lo leyó correctamente y cree que eso que se dijo alguna vez es una verdad inmutable (y lo repite entonces como lorito sin alpiste).
Los Derechos Humanos no son para usarlos en expresiones de acomodo político, en los debates de entrepiernas, ni en el garito de los ineptos que usan frac para hacer deporte.
Los Derechos Humanos son un poder y un privilegio, una prerrogativa inherente a las personas, son una armadura que a pesar de su fortaleza, a veces deja de ser impenetrable por la decadencia sumisa de la humanidad y es allí donde se fracasa como sociedades y naciones. Por eso, la ligereza no existe en los imbéciles, sino en la maldad de su ignorancia, usada como manipulación para confundir y llevar las cosas al abismo, como midiendo si a más derechos humanos, pudiera haber en consecuencia lógica, menos democracia (patético erupto de estupideces mentales).
Los medios de comunicación están dejando de ser espacios divertidos o de información, para convertirse en sumideros de barrabasadas, cuando invitan o permiten a cambio de un pago seguramente, que sean invitados los que no saben nada, pero algo dicen para causar efecto en el público (no importando lo que digan). Esos personajes de la farándula y fauna política que se creen presidenciables, que se suponen, que se alucinan que son los nuevos líderes del país, están por todos lados, son incansables imbéciles pero alcanzables purulentos, porque los domina su incoherencia, ignorancia y arrogancia. A ellos, que en cada palabra expulsan ignorancia y desfachatez como pus, hay que darles el antibiótico más eficiente y eficaz, el que no genera resistencia con una sola dosis: callarlos.
La izquierda, el centro y la derecha -ubícate donde quieras-, tenemos una dura tarea, impostergable deber: evitar que los incompetentes, sean los nuevos líderes en el Perú.