Es muy incómodo leer los comentarios absurdos de gentes que no saben de lo que hablan y se presentan como ilustrados conocedores de todo lo que es verdad, académicamente hablando, y de todo lo que no es verdad, políticamente refutando. No por ponerte terno y corbata eres inteligente o sabes de lo que estás discutiendo con alguien que sí conoce lo que tú no entiendes y ni siquiera has aprendido en tu corta, limitada y reducida carrera, aunque seas dependiente de otros y no muestres logros propios, como viviendo de propina siempre, ¿entiendes?
Ocurre que hace unos días, me parece que en un programa de casi-humor o tal vez, en uno de parecido componente ajeno a lo intelectual, académico o de respetado nivel de diálogo, apareció entre los invitados alguien del mismo o peor calibre del entrevistador, de cuyas actitudes y comportamientos ya sabemos adónde terminan, sea por los alucinógenos, el alcohol o la vanidad. En fin, en ese canal banal, eran tres los dialogantes y una sola la voz de honor, de una mujer bien preparada, honestamente bien preparada, cuajada, educada, paciente para tener delante suyo a un casi-humorista del periodismo de la televisión y a un casi-humorista de la pretendida nueva red de liberales que poco hace, que poco sabe, que poco enseña, que poco trasmite, que poco une, que mucho odia; y así comenzó una conversación bien aburrida, salvo cuando se expresaba la dama que enseñaba con sus palabras y conocimientos, de los que obviamente los otros dos estaban en pañales usados.
La discusión no existió, porque el nivel no era propio de una simetría intelectual, había un desbalance entre la inteligencia de una mujer, el “anonadamiento” del conductor o entrevistador y la carencia total de conocimientos, argumentos y posibilidad de debate del maniquí fanático de la palabra “liberal”.
Hay que ser tontos para darle vuelta al mismo rollo todo el tiempo, hay que ser escasos para enviar como representante de nada, a don nadie; hay que ser imprudentes para creer que alguien, por hacer algo correcto en algún momento, es el mejor mensajero y comunicador, y sin embargo, resulta diciendo cada frase y respuesta, como el mejor argumento contrario a la Libertad.
Hay que ser honestos y humildes, dejar la soberbia y la vanidad liberal, para liberarse justamente de los improvisados, de los “mascareados y maquillados” que se sienten como embajadores de una patria de nuevos liderazgos que no existen.
La Democracia no es más o menos, con más o menos derechos humanos. En cambio, los derechos humanos, son más respetados y más defendidos y más reconocidos, con más y mejor Democracia.
Al tonto que se dice ser lo que nadie le reconoce que es, hay que preguntarle: ¿A menos oposición, más democracia? ¿A más oposición, menos democracia? Seguramente querrá responder …juntando firmas.
Durante los últimos tiempos, cualquier atolondrado con saco y corbata o cualquier acomplejada con gritos y susurros, pretenden decir lo que tenemos que pensar. No fastidien, liberales de cartón.
Imagen referencial, radioevangelizacion.org