Acomplejados y resentidos, violentos y agresivos, pero con esa fórmula de las izquierdas de ahora, no convocan masas, generan rechazo desde los más pobres hasta los sectores que antes, empresas de por medio, les daban un montón de ayuda para tener cuotas de poder y así, ejercer como grupos de presión.
La izquierda es bipolar, es maníaco-depresiva, es una empresa criminal conjunta, que tiene muchos alíbabás y demasiados ladrones escondidos en las cuevas tradicionales de sus enguajes de ambiciones y vanidades. Pero decirlo y decírselos, es exponerse a la violencia de sus respuestas, a las agresiones de sus insultos, a la posibilidad inclusive, de ser atacado y “ajusticiado”, como ocurrió con decenas de miles de peruanos a manos del terrorismo del partido comunista Sendero luminoso. ¿Recuerdan?
La izquierda es tremendamente bipolar, cambia de humor en segundos, se deprime por su propia existencia, se entusiasma con proyectos de odio y la maldad de sus predicciones, se incentiva mediante la envidia y el egoísmo.
La izquierda es bipolar porque se siente “terruqueada” y “caviarizada”, eso la pone en episodios políticos suicidas -estamos hablando de política como analogía-, siendo capaz de incendiar las calles, destruir ciudades o llamar a la guerra contra el Estado como expresión de una venganza hacia lo que sea, buscando enemigos gratuitos e imaginarios para justificar su discurso, acción y las muertes que ocasiona.
¿Un ejemplo? “Nosotros no queremos ni un muerto más… siempre y cuando”
En el Perú, como pueden ver, leer y escuchar cada día, el discurso irracional de la izquierda define su bipolaridad: “Marchamos por la paz, salimos a las calles por la paz, por las víctimas, contra la violencia del Estado… nos organizamos para que los tombos y cachados reciban su merecido”… “Hay una violencia injustificable ejercida por el Estado que mata y una violencia del pueblo, que reivindica la muerte para garantizar sus derechos”. Así hablan, así gritan, así se creen divinos luchadores.
La izquierda bipolar no se moviliza, pero gasta millones en darle fuerza a un movimiento imaginario e irracional -volvemos a repetirlo- en las calles, negando su propio mensaje en las marchas que realiza, en los comunicados que publica en las redes sociales y en las asambleas de quince dirigentes, los mismos de siempre, que dicen que representan a miles de organizaciones que nadie ve ni conoce.
Decirles terrucos o caviares, es una ironía necesaria, es parte del tratamiento político-farmacológico de los nuevos tiempos, para la izquierda bipolar.