Tenemos una compleja mezcla de escenarios: (1) Un gobierno carente de rumbo y sin organización para administrar el país, durante el tiempo que le resta constitucionalmente; (2) Un Congreso invadido por inescrupulosos inquilinos, que han estafado a los que votaron por ellos; y, (3) La ciudadanía alejada de sus deberes y capacidad de exigencia a los que están en el gobierno central, en los gobiernos regionales y en los gobiernos locales. Alrededor de estos tres escenarios donde cada grupo hace y deshace al contrario, en una pelea insensata y por absoluta responsabilidad del gobierno, del congreso y de los medios de comunicación que se esmeran en resaltar el escándalo en vez de representar voces de conducción ciudadana, circulan las Fuerzas Armadas como mirando lo que pasa, pero sin actuar en el campo de sus responsabilidades institucionales y, deambula una Policía Nacional cuyo comando parece encontrarse en un reto histriónico en los medios de comunicación. Es así que en este gran teatro del absurdo, el Perú se encuentra detenido, a veces retrocediendo a toda velocidad, porque carecemos de agenda y rumbo; por eso, todo es posible y en este enredo, se aprovecha la izquierda del odio, cuyo objetivo es la anarquía y el caos.
Pregúntense: ¿Qué inciativas, qué propuestas, qué proyectos sostenibles han presentado y sustentado las izquierdas en el curso de este año, por ejemplo? Cero. Y esto ocurre, porque no les interesa el Perú, sino su siembra de odios y resentimientos.
¿Han acudido en apoyo directo de los familiares de las víctimas que se produjeron por la violencia que incentivaron? No, al contrario, les usan para conseguirse fondos que siguen enriqueciendo a sus oenegés y activistas, según se comenta cada vez más, según se ve en cada intento de uso de los nombres e imágenes ajenas que tratan de idealizar, pero en verdad les ofenden y maltratan impúnemente.
Ni una propuesta, ni una idea, cero diálogo, todo es marchas violentas, protestas irracionales, enemistarse con los demás, hasta deseando la muerte de quienes piensan diferente. Esa es la izquierda del odio que está acostumbrada a señalar a los demás, para castigarlos con un discurso agresivo, pero si les responde un ciudadano, le dicen “facho”, como si el rostro de las izquierdas subversivas se pudiera transplantar a los que piensan distinto a ellos.
Estamos cerca de otra marcha del odio, más violenta aún, más agresiva aún. Tendremos que verlos pasar por las calles del olvido, sin dejar de estar preparados para apagarles la antorcha de su explosiva ira.