Hace muchos años se formó un grupo político de coordinación partidaria que pretendía “lograr la unidad de las izquierdas peruanas”, dispersas por envidias, recelos, dogmatismos, protagonismos, egoísmos y esa rara forma de creerse cada uno “el rey sin reino” en sus minúsculos espacios de poder. Así nació Izquierda Unida, con Alfonso Barrantes Lingán de la Unidad Democrática Popular -UDP, con Henry Pease García Yrigoyen de los grupos de intelectuales católicos de izquierda, Javier Diez Canseco (activista comunista de Vanguardia Revolucionaria), el intelectual socialista y operador político Alfredo Filomeno, Alberto Moreno del Partido Comunista del Perú – Patria Roja, Jorge del Prado del Partido Comunista Peruano – Unidad, Manuel Dammert Ego-Aguirre del Partido Comunista Revolucionario y Genaro Ledesma del Frente Obrero Campesino, Estudiantil y Popular – FOCEP. De todos ellos, solamente Henry Pease y Alfredo Filomeno no eran comunistas y le daban un perfil de cierta amplitud a la Izquierda Unida (IU).
En ese esfuerzo de aglutinamiento de grupos de izquierda, no participaban algunos otros que seguían con la creencia de ser “ellos”, los auténticos representantes del pueblo (fatal error, terrible soberbia).
¿Qué ocurría? Que todos los grupos de izquierdas, hasta antes de ser “un solo puño” (o sea, la IU) estaban dispersos y enfrentados por la preeminencia ideológica, la preeminencia en la captación de subvenciones y la preeminencia en las fotos de los actos públicos que tenían algún efecto mediático. Las peleas, en las izquierdas, eran incesantes, constantes, aterradoras. Por eso, el gran esfuerzo de Barrantes y su círculo de colegas, tuvo éxito en el camino, hasta que, nuevamente la izquerda siendo izquierda, se petardeó a sí misma, por responsabilidad de los mismos que formaron la IU (la gran contradicción).
Lo mismo que ocurrió y que podría darse ahora, no sucede -felizmente- porque en las izquierdas no existe ni siquiera una persona que tenga el 1% de la capacidad, liderazgo, talento y empatía de Barrantes como eje de unidad y palabra de consenso.
En las escandalosas e ignorantes izquierdas del Congreso de la República -por ejemplo- NO se puede encontrar nada rescatable, absolutamente nada (ni moral, ni etica, ni profesional ni intelectualmente hablando). En las izquierdas del ventilador de odios y resentimientos, la división entre los divididos es algo natural, cada uno se cree un endiosado y futuro “presidenciable” porque a ese nivel se ha llegado en el país. Por eso, existen mini partidos de izquierda, sin inscripción en el Registro de Organizaciones Políticas, porque no llegan a recabar la mínima cantidad de firmas de adherentes necesaria, a pesar de la millonaria campaña que realizan a diario con fondos inclusive relacionados al narcotráfico y la minería ilegal (según se comenta con mayor fuerza en las redes sociales).
Y de colofón, ahora esas izquierdas, “unidas en el mismo objetivo violento” con el militarizado partido comunista del Perú (lo que fue Sendero luminoso) y con las oenegés nacionales y sus pulpos de fuera, pretenden efectuar una denominada “tercera toma de Lima”, es decir actos de violencia, irrespeto a los trabajadores, siembra de miedo en las amas de casa, bloqueos de carreteras, ataques a nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional, agravio a los que no son de izquierdas porque la violencia, dicen, se justifica contra el orden constitucional (que nos guste o no, es la Ley).
Y lo que sucede es que en y desde las izquierdas -para esta nueva ola de violencia o Toma de Lima- no existe un equipo liderando, ni rostros de unidad, ni discurso convocante. Es una bruma contaminante de intereses contrapuestos, política muy sucia y vil que quiere dinero, poder y placeres, usando a los más pobres y desesperados como carne de cañón, para seguir lucrando políticamente.
En consecuencia, este nuevo afán delincuencial de las dispersas izquierdas, antes de ocurrir, ya es un fracaso: ni el Paro es un hecho, ni la Toma lo será, ni ninguna Jornada de lucha honesta se producirá… un fracaso más es lo que veremos. La izquierda no moviliza, la izquierda asusta, escandaliza, asquea y tiene su fin, muy pronto, su fin, al fin.