La envidia surge de un amor propio desordenado y puede darse de modos muy distintos y ante diferentes circunstancias. Suele darse entre las personas que se encuentran cerca y especialmente entre familiares.
La envidia se define como una tristeza, una cólera, o una amargura, por algo que tiene o consiguió otro y que el envidioso no pudo conseguirlo. Las razonadas del envidioso están cargadas de resentimiento y no deja de echarle la culpa a las personas que se olvidaron de él y que por lo tanto considera injustas.
En la Sagradas Escrituras Caín mató a su hermano Abel, porque a este le salían todas las cosas bien y a él le salían mal. No aguantaba ver el éxito de su hermano frente a sus fracasos. La cólera que tenía era tan grande que decidió matar a su hermano.
Las envidias del hermano mayor
El caso del hermano mayor del hijo pródigo, que comentamos ahora, es algo que suele suceder de modo habitual y que ha crecido mucho en estos tiempos. Se trata de la envidia del que hace las cosas bien, del que es cumplidor y por el hecho de serlo piensa que todos le deben consideración.
El hijo mayor tenía un amor propio muy elevado y por lo tanto el amor a los demás era bastante mediocre. Algunas veces suele suceder con los hermanos mayores cuando sus padres, sin querer, lo ponen en un pedestal y lo consideran, el mejor hijo. Entonces se ufana y cree que merece las consideraciones de todos, tan solo porque se porta bien y es exitoso en sus trabajos.
En estos casos parece lógico que la envidia la tengan los hermanos menores cuando ven que el mayor recibe más alabanzas y consideraciones. Peor aún cuando los padres lo ponen como ejemplo a seguir.
Sin embargo, en otros casos, cuando los padres quieren por igual a todos los hijos, la envidia puede partir del hijo que se considera mejor que sus hermanos y que no está recibiendo el mismo trato que ellos, o un trato que corresponda a los méritos que está haciendo. Es lógico, cuando la familia es muy buena, que los padres pongan más atención en el hijo que necesita más.
Cuando todo está correcto pero hay muy poco amor
Por otro lado es necesario afirmar con claridad, que el hecho de cumplir y de hacer bien todas las cosas que están previstas, no necesariamente indican fidelidad y un amor correcto y ordenado al prójimo, especialmente a la familia. Puede haber una valoración de la casa y del prójimo como algo necesario para los propios sentimientos. Un amor que se podría llamar posesivo, mi familia, mi propiedad, mi casa, me siento bien allí.
Hay grandes cumplidores, que destacan en sus modos de relacionarse con los demás y en sus trabajos, pero que están cargados de amor propio y entonces el amor que tienen a sus hermanos y a su familia es débil. Los ama, pero más importante son sus cosas. Es en esas circunstancias cuando pueden aparecer situaciones de envidia, cuando ve que sus padres, dedican tiempo y valoran más a sus hermanos que a él. En cambio, si los padres siguen encumbrándolo a él y poniéndolo como modelo a sus hermanos, el orgullo continuará y se le habrá hecho un daño de consideración, que él todavía no lo percibe.
Los que buscan reconocimiento y amor pero no saben amar
No solo en los ambientes familiares aparece el que reclama consideraciones por haber hecho las cosas bien y se siente merecedor de premios y aplausos. Hoy son precisamente las personas, con el corazón hinchado de amor propio, las que no saben perdonar y se dedican a condenar a los que se portaron mal. Al que se portó mal hay que tacharlo y expulsarlo, dicen ellos.
El padre del hijo pródigo le explica al hermano mayor que debería alegrarse porque ha vuelto el hermano que estaba perdido y que esa era la razón de la fiesta que organizó. Las personas que aman saben perdonar y dar más oportunidades a las personas.
La Sagrada Escritura nos enseña que “hay más alegría en el Cielo por un pecador que hace penitencia que por 99 justos que no tienen necesidad de ella” y que además “Dios ha venido al mundo para rescatar a los pecadores”
Imagen referencial, “El regreso del hijo pródigo” de Rembrandt (1606-1669)