Las izquierdas en el Perú, son la miseria que son, máscaras que cubren hipocresías, antifaces delictivos, disfraces de supuesto origen popular e instrumentos de violencia encubierta que se angustian por dominar nuestras libertades y exterminar la frágil y delgada democracia que subsiste a duras penas y muchos ataques cobardes, con el silencio de la sociedad que no asume su rol cívico. Esto es así y no existen medias verdades.
Las izquierdas en el Perú buscan “temas tontos de debate, temas de provocación de respuestas” que van desde el origen de un apellido “no originario” (le ponen status de rechazo al apellido que quieren mostrar como extranjero y siendo tal vez así -su origen-, lo descalifican para todo), hasta condenar el lugar donde uno nació, o en el cual vive o trabaja, odian todo señalándo con resentimiento. Y es que el odio es la marca de las izquierdas, el socialismo del siglo XXI, el siglo de la oscuridad.
Las izquierdas del odio se edulcoran con Sagasti como si fuera una imagen santificada y de respeto -que no lo es, ni lo fue, ni lo será-, pero por los medios asquerosos que provocaron la llegada de Castillo, la supervivencia de Vizcarra, el show contra Merino y la caída de Kuczynski. Es el odio el combustible de los ataques constantes contra el Estado de Derecho, con una estrategia de desprestigio de los valores de la libertad y la democracia, como queriendo que la revolución violenta que los inspira, se haga ahora realidad bajo el manto de la destrucción de toda institución. Por eso, los que más desprestigian al ya desprestigiado Congreso de la República son ellos, los de las izquierdas del odio, con sus asesores que agreden y maltratan mujeres, que abusan de menores de edad, que no trabajan ni dejan trabajar, que presentan estupideces como proyectos de ley, que alborotan cualquier día en nombre de reivindicaciones que no tienen sustento, que inventan caos y desorden como camino a su orden y toma del poder. Y son “las tomas” parte del guión estratégico que les queda de Sendero luminoso y el MRTA, sus venas de origen ensangrentado.
La izquierda del odio no convoca ni a su sombra, que también la odia. Es una evidencia, es un hecho real que todos lo comprobamos desde la secuencia de caída de las pocas voces que los representaban, voces de maldad y corrupción como sus decenas de autoridades procesadas y sentenciadas por robarle al pueblo en las regiones, por ejemplo.
Para las fallidas y fracasadas “tomas de Lima”, por ejemplo, no han logrado reunir multitudes, ni masas, ni gentes que apoyen sus odios, porque carecen de ideas y propuestas, carecen de líderes, no tienen para mostrar dirigentes o referentes de ejemplo y consecuencia política, ese es el principal problema de las izquierdas del odio, felizmente. Pero, no podemos cantar victoria total o reconfortarnos en tranquilidad y descanso, al contrario, porque en el otro lado de la balanza NO hay nadie, aunque están las ideas listas para llevarlas adelante, si peruanos honorables y honestos se deciden a ese gran compromiso.
Estamos viendo la crisis de reemplazo en el ahogo de las izquierdas del odio y frente a ello, hay que motivar a decenas sino miles de peruanos a ser los nuevos alcaldes, los nuevos regidores, los nuevos consejeros y gobernadores regionales, los nuevos congresistas que el país reclama con urgencia, tanto como los nuevos periodistas y referentes de ideas viables, sostenibles y perdurables en bien de todos los peruanos.
Imagen referencial, Vista aérea de la casi desolada plaza Dos de Mayo en horas de la tarde del día de la Toma de Lima, 19 de julio. Foto: Luis Gallardo / URPI-LR