Ni una sola “reforma política” ha funcionado en el Perú, ni una, eso es un hecho innegable, irrefutable, absolutamente verificable. ¿Y porqué no han funcionado todas esas denominadas reformas? Porque los reformadores en realidad son “deformadores”, son comodones de las izquierdas seudo intelectuales que se ufanan de estar en medio de la verdad o descubriéndola, son hijos de los eternos dueños de grupos de burócratas “progres”, “socialistas”, “caviares”, comunistas en una sola palabra (porque son marxistas que se averguenzan que se los recuerden, pero son eso, comunistas) que inventan marcas políticas en cada elección y les dicen llamarse “partidos”, cuando en realidad son “apuestas electorales” que siempre desprestigian la idea de gobierno nacional y de representación de los ciudadanos.
Para las elecciones a la Asamblea Constituyente, en junio del año1978, se comenzó con un experimento denominado “voto preferencial”, por el cual cada ciudadano podía escoger de la lista del partido al que deseaba darle su voto, un candidato en especial. Frente a ello, los partidos instruyeron a sus militantes a votar por las cabezas de lista, a fin de fortalecer masivamente con el voto preferencial al líder y a su vez, el orden secuencial de la lista, donde se habían colocado a los mejores referentes partidarios, a los mejores dirigentes y a los cercanos simpatizantes que relacionados con la doctrina, ideas y propuestas del partido, daban un soporte de complementariedad y estaban acompañados en la relación, con una mezcla de sus militantes y aliados (inclusive independientes).
Fruto de esa “rebelión organizada” contra los desafíos de los riesgos derivados del voto preferencial, los resultados fueron importantes, por la calidad de los Asambleístas elegidos en las listas del Partido Aprista Peruano (APRA), del Partido Popular Cristiano (PPC) y algunas otras agrupaciones menores, frente a la nutrida presencia de las izquierdas “revolucionarias” que intentaron destruir en todo momento, el camino hacia el retorno a la democracia.
Pero como ese riesgo y esos resultados tuvieron un peso cercano al 30% de gentes negativas y políticos relacionados con posiciones totalitarias y extremistas, hubo prudencia en las eleciones presidenciales y congresales de 1980, al determinarse la votación por la plancha presidencial y por listas al Senado y la Cámara de Diputados, sin voto preferencial. Votabas por ejemplo por Luis Bedoya del PPC y por su lista al Senado (nacional) y su lista a Diputados (departamental), respetando el orden de las listas, para dar el porcentaje que determinaba el número de sus representantes. Es decir, orden, respeto a cada partido en su decisión interna de poner del 1 al 60 a sus candidatos a la Cámara de Senadores, por ejemplo, de acuerdo a sus criterios y evaluaciones. Así evitabas caciques y billeteras de escándalo.
Lamentablemente esto cambió en los siguientes procesos electorales nacionales, y se hizo práctica común el voto preferencial, produciendo “canibalismo” entre candidatos de una misma lista de un mismo partido y además, en contra de los dirigentes, fundadores o mejores referentes, ya que un infiltrado relacionado con el narcotráfico, un contrabandista, un corrupto, puede ingresar como candidato en una lista en cualquier ubicación y hacer una millonaria campaña electoral que lo lleve al Congreso sin ningún problema y con altísima votación, en especial si es de fuera de Lima, donde “no es tan visto”, pasa casi despercibido pero logra una curul, inmunidad y a la vez, es dueño de la impunidad.
El voto preferencial es pernicioso, destruye la decisión interna de los partidos, que tienen todo el derecho de construir su propuesta hacia los ciudadanos con el orden secuencial estratégico de poner, para que lleguen, los mejores en su concepto. Así, siempre dando ejemplos, en el orden secuencial a Luis Bedoya Reyes le seguían Ernesto Alayza Grundy, Mario Polar Ugarteche, Roberto Rámírez del Villar, Andrés Aramburú Menchaca, Celso Sotomarino, Miguel Angel Mufarech, Moisés Woll y muchos otros políticos de capacidad, talento y cero corrupción. En cambio, con la imposición del voto preferencial, el canibalismo político fue despejando la integridad y la honestidad, colocando tahúres, sinverguenzas y ladrones.
Y es así que ahora se cree que volviendo a poner dos Cámaras, una de ellas será “la reflexiva” sobre la irreflexiva pero, ¿Para qué? ¿Para seguir burocratizando al Congreso de la República que de 400 trabajadores para 240 Diputados y Senadores en 1980 pasó a 4,300 trabajadores que sirven a 130 Congresistas el 2023? ¿Se dan cuenta o no?
No se necesitan -ahora, ni mañana- dos Cámaras (de Senadores y Diputados) mientras el Congreso no se limpie de toda la burocracia, ineptitud, cuadruplicidad de funciones y absurdo presupuesto. No se puede crear un nuevo monstruo de dos cabezas sin cerebro, sin pensamiento, sin presente y sin futuro.