El tiempo pasa rápido y la voluntad masoquista de los peruanos, inclusive para morir, tiene la urgencia de la lentitud y la necesidad de una especie de septicemia calendarizada por años de años, un devenir “que siga viniendo” provocativamente largo tiempo, como el peruano oprimido.
Y es en estos espacios casi eternos de estupideces -como regla común-, donde la ley de la imbecilidad es aceptada sin ningún reparo, porque lo que fue respeto es ahora ofensa, lo que era educación es hoy adoctrinamiento, lo que se trataba como familia se ha reconvertido en clan, banda, “pirañeo y cogoteo”.
Para formar una Familia Matrimonial puedes pasar dos y hasta cinco meses en trámites más engorrosos que para obtener una Visa a los Estados Unidos y pagando también, más. En cambio, destruir a la familia matrimonial es sencillo, rápido y muy barato. ¿No es contradictorio que lo bueno sea casi imposible de lograrse y lo que nadie quisiera en sus vidas, se aliente fácilmente para que sea realidad?
Todo esto es la antesala de lo que quiero comentarles en medio de esta “democracia” que siendo frágil, enredada, defectuosa, irracionalmente manejada y terriblemente manipulada -pero es la democracia que nos toca defender como sistema de gobierno y garantía de ciudadanía-, merece explicarse en su actual curso, donde la señora Boluarte, siendo fruto de una legítima sucesión presidencial, es ahora una imagen de ilegitimidad constante, así de complicado es el tema. Ella, la Boluarte, no es una líder, no es convocante, no es transparente en su gestión defectuosa y errática, no sabe escuchar, no habla, no lee, no entiende más allá de las órdenes de su jefe y de los operadores de su jefe: Otárola.
Entonces -mucha atención a esto-, las responsabilidades de la señora Boluarte van de la mano de su cargo y de los encargos entregados a Otárola y Otárola está encadenado a todas sus responsabilidades legales, funcionales, ministeriales y ciudadanas (no puede separar unas de otras). En el escenario que estamos describiendo, en este teatro del absurdo que aceptamos ver pero de lejos, sin exigir resultados que se enmarquen en la Constitucion -aquí otra alerta-, “el juego de la supervicencia” es el objetivo de Dina, Otárola y sus círculos de gobierno (y de sostenibilidad). Por eso, hay una especie de negociación permanente “con partes de los entornos” de Vizcarra, Sagasti, PPK, Humala, Toledo y hasta Castillo. ¿De qué se trata todo esto?
Para sobrevivir se necesitan alianzas, no con todos -eso sería absurdo e insostenible-, sino con partes de algunos, es un sistema de alto riesgo pero bastante efectivo si se compensa cada paso (tú das, yo doy).
El plan Dina es un proyecto autoritario que pretende sostenerse en una imágen falsa de líder popular de Boluarte, allí está el problema, el de ella, que es también de Otárola. Y unido a ese plan, las alianzas “con partes de algunos” están resultando un dolor constante de cabeza porque se han hecho y se están sosteniendo con mercantilistas y caviares que viven de la política (o sea, de la corrupción y la impunidad).
Ministros vizcarristas y estructuras vizcarristas que son la continuidad de mafias en sectores estratégicos para succionar dinero público (transportes, vivienda, salud), ministros apepistas (acuñistas) que son una oda a la ineficiencia e ineptitud, ministros humalistas o mejor dicho nadinistas que saben jugar al favor y al pago de favores, ministros de eso que se llama “somos Perú” y hasta algunos funcionarios dispersos en direcciones y gerencias estatales, de evidente relación acciopopulista, ¿Eso nos gobierna? Y si le sumamos a los que quedan como funcionarios de decisiones nacionales, ya sabemos porqué hemos retrocedido en la economía, en la producción nacional, en todo, pero especialmente en Democracia. Y es en Democracia que se ha entregado la “promoción de ideas y estrategias comunicacionales” a los caviares, a esos sinvergienzas y cobardes que estando temerosos de los restos políticos de Castillo, Cerrón y los cogoteros del partido comunista Perú libre, le hacen el hueco a la tumba de Dina (con un pie al costado de Otárola) con su beneplácito. ¿Se dan cuenta? Ella ordena su entierro a sus verdugos, nombrados por ella.
Pero si las cosas siguen el rumbo del desconcierto que hasta ahora tenemos y quieren pasar de la supervivencia a la estabilidad, hay un arma a la mano que va a tener que usarse, como lo hizo Vizcarra y como quizo hacerlo Castillo: “disolver” también, el Congreso de la República. ¿Es esto factible?
Se han hecho sondeos y estudios financiados por contrapartes políticas de los que gobiernan, para evaluar esta posibilidad y las reacciones que se quisieran tener como respaldo al gobierno de Boluarte. Se requieren partes previas: (1) Dejar que el Congreso siga su rumbo de desprestigio en automático, sin empujarlos (eso es muy fácil de lograrse y está en el rumbo deseado) (2) Fortalecer la relación con el Tribunal Constitucional, Fiscalía de la Nación, Defensoría del Pueblo y Poder Judicial (es su soporte actual) (3) Tener a los medios de comunicación “cercanos” y no tan alejados, así como mantener una relación de cercanía diplomática con las principales misiones acreditadas en el país. (4) Emplear desde el Ministerio de Cultura, MIDIS y de la Mujer, las herramientas de subvenciones y acuerdos de contrapartes con el mayor número de oenegés posibles, así como con “articuladores estratégicos” (artistas, músicos, gente de la farándula, escritores, núcleos de teatro) (5) Articular acciones de “cooperación financiera” para apoyar call centers (que hacen labores de troleo y propaganda) y (6) Coordinar siempre con las Fuerzas Armadas por un lado e independientemente con la Policía Nacional, “el toma y daca” del apoyo.
Esta es una tarea que se está construyendo aceleradamente y no tiene fecha determinada por el momento, pero se va preparando, como la mejor herramienta de supervivencia hasta el 2026 y quizás hasta un siguiente período, para lo cual, ya se ha consultado y contratado los servicios “constitucionales” que sustenten con cualquier clase de artilugios y argumentos ese “golpe blanco” que permitiría a Dina ser candidata presidencial en el 2026 o quizás también, darle pase a Otárola en una misión imposible de lograr porque si Dina es poco popular – si de obtener votos se trata-, Otárola es en cualquier escenario absolutamente impopular. Por eso, disolver al Congreso se convierte en una señal de esperanza populista y de uso demagógico, con varios efectos, ya que no está funcionando este gobierno, porque no gestiona, no sabe administrar y está fallando en todo.
Si quiere continuidad la dupla violenta, si quieren sobrevivir y continuar más allá del 2026, el camino -cree Dina con su secuaz- el camino exige ahora “disolver”.
Lo expresé cuando juramentó Boluarte: ella ha comprado la idea de ser una dictadora, porque sabe que es la única forma de hacer que su nombre perdure, mal o bien, pero como a ella le gustaría que sea puesto en la historia, porque se cree capaz de cambiar nuestra historia y hacer del país un gran Perú (a su modo). No valora la Democracia, ni la Libertad, ese es su gran error, esa será su gran condena final.
Y como en el Congreso tampoco se valora la Democracia y la Libertad, como no se cuenta con partidos políticos sino con grupos electoreros y sindicatos o agrupaciones de intereses, donde siempre dominan caudillos de prontuario, como no existen medios de comunicación íntegros e independientes, como no tenemos organizaciones intermedias fuertes ni instituciones sólidas, cualquier uso de acciones irregulares puede ser legitimado temporalmente mientras se legaliza el atropello. ¿A eso vamos? Peligroso escenario.