Javier Milei, el candidato libertario a la presidencia de Argentina por la coalición La Libertad Avanza, llega a la contienda electoral con la promesa de cerrar el Banco Central (BCRA), dolarizar la economía y poner fin a la inflación galopante que atormenta al país. La evidencia empírica en países de la región como Ecuador, Panamá o El Salvador demuestra que la dolarización es una política efectiva para controlar la inflación, la principal preocupación de los argentinos.
Argentina celebrará elecciones generales el próximo 22 de octubre. Javier Milei lidera la carrera presidencial con el 34% de intención de voto, seguido por el peronista y actual ministro de economía, Sergio Massa, con el 29%. En tercer lugar se encuentra Patricia Bullrich, ex ministra de seguridad del expresidente Mauricio Macri, con el 25%. Según la Cámara Nacional Electoral, para que un candidato triunfe en primera vuelta y evite el balotaje tiene que alcanzar el 45% de los votos o el 40% y una diferencia de 10 puntos con el segundo.
En esta elección, los argentinos tendrán la oportunidad histórica de acabar con el señoreaje del BCRA y frenar la inestabilidad y la fiscalidad abusiva. Milei ha descrito el dominio de la institución sobre la política monetaria como “un estafa de los políticos a los ciudadanos” por las múltiples hiperinflaciones que ha causado. Según el economista argentino Roberto Cachanosky, desde la fundación del BCRA en 1935 hasta 2018, la tasa de inflación anual promedio fue del 53% en los últimos 83 años. Con su plan de gobierno, Milei promete llevar a la Argentina de nuevo por el camino correcto. A finales del siglo XIX, el país tenía el PIB per cápita más alto del mundo antes de ser destruido por las políticas socialistas y mercantilistas.
La crisis que nunca termina
La crisis inflacionaria que vive hoy Argentina ha sido una historia recurrente en el último medio siglo. Entre 1974 y 1975, durante el llamado “Rodrigazo” (una referencia al ex Ministro de Economía peronista Celestino Rodrigo), la inflación anual alcanzó el 777%. Entre junio de 1984 y junio de 1985, la inflación fue del 1.352%, y en 1989 alcanzó el 4.923%.
En 1991, el presidente Carlos Menem envió al Congreso la Ley de Convertibilidad, la cual vinculaba el valor del peso argentino con el dólar estadounidense, lo que se conoció popularmente como el “uno a uno”. Esta medida logró reducir drásticamente la inflación y estabilizar la economía. Sin embargo, en 2002, la administración de Fernando de la Rúa abolió la ley, lo que permitió a los burócratas politizar la política monetaria. En 2001, un dólar equivalía a un peso, pero en 2023 equivale a 780 pesos en el mercado libre (dólar blue). Hasta 2016, un dólar equivalía a 15 pesos.
Milei, adherente a la escuela austriaca de economía, promete llevar a cabo una revolución libertaria en la Argentina mediante un ambicioso paquete de reformas que incluye (1) reducir el gasto estatal hasta en un 15% del PIB, (2) privatizar las empresas estatales y (3) cerrar el BCRA para permitir la competencia entre monedas. Este último busca permitir a los ciudadanos utilizar cualquier moneda de su preferencia. Estas propuestas representan un cambio de 180 grados con respecto al clientelismo peronista que ha sumergido al país en el más absoluto desastre.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, los argentinos tienen ahorros en dólares —fuera del sistema financiero local— por más de $250.000 millones, más de 6 veces las reservas totales del BCRA. Esto confirma que los ciudadanos ya prefieren el dólar sobre cualquier otra moneda, incluyendo al desvalorizado peso. Han sido los propios políticos argentinos que, con su nocivo envilecimiento de la moneda, han obligado a los ciudadanos a adoptar una dolarización de facto.
No hay otro camino que las reformas
Para que la economía argentina pueda volver a crecer y ganar credibilidad entre los inversionistas, es fundamental —además de otras medidas— lograr la estabilidad de precios, algo que el dólar puede proporcionar al país.
Quienes se oponen a la dolarización sostienen que el país carece de los dólares suficientes para llevar a cabo la operación. No obstante, Luis Espinosa Goded, docente de economía en la Universidad San Francisco de Quito, argumenta que la dolarización puede ejecutarse utilizando las reservas internacionales que atesora el BCRA al tipo de cambio libre en ese momento (dólar blue), lo cual equivale al total de la masa monetaria: pesos en circulación y las Letra de Liquidez del Banco Central (Leliqs).
Pese a los draconianos controles de capitales conocidos como cepos cambiarios, los ciudadanos han llevado a cabo una dolarización espontánea y progresiva de la economía. Los argentinos ya están utilizando el dólar para comprar y vender bienes raíces, automóviles y electrodomésticos. Aunque está lejos de ser perfecto, el dólar es una divisa infinitamente mejor que el devaluado peso argentino, ya que goza de credibilidad y confianza entre la población.
La dolarización ha funcionado en países después de profundas crisis económicas. Por ejemplo, en Ecuador, la administración de Jamil Mahuad dolarizó la economía después de la crisis económica de 1999. En el proceso de dolarización, el gobierno estableció un límite de tiempo de nueve meses para que los ciudadanos cambiarán sus sucres —la moneda local en ese momento— por dólares.
También ha funcionado en economías relativamente sólidas. La administración de Francisco Flores (1999-2004) en El Salvador dolarizó la economía en 2001 en un contexto de estabilidad económica. El objetivo del gobierno era impulsar el comercio internacional, especialmente con Estados Unidos. En los casos de Ecuador y El Salvador, junto con el de Panamá, la inflación no ha sido un problema desde la dolarización.
La dolarización imposibilita a los políticos imprimir discrecionalmente dinero y politizar la política monetaria, lo cual causa inflación. Además, intentar desdolarizar resulta una tarea complicada para cualquier político. El expresidente socialista ecuatoriano Rafael Correa, a pesar de su alta popularidad, no logró desdolarizar el país. Para muestra un botón: el dólar fue más popular que él, nueve de cada 10 ecuatorianos respaldan el uso del dólar. De manera similar, los intentos del presidente salvadoreño Nayib Bukele de otorgarle estatus de curso legal al bitcoin terminaron en un fracaso y con poco interés por parte de los ciudadanos.
Si bien la dolarización no es la única forma de reducir la inflación, la clase política argentina ha demostrado durante décadas que son irresponsables e incapaces de gestionar su propia moneda. La Constitución argentina, en su artículo 75, establece que el Congreso debe defender el valor de la moneda, algo que los congresistas han incumplido con creces. En 2023, Argentina será el tercer país del mundo con mayor inflación, solo por detrás de Venezuela y Zimbabue.
En definitiva, dolarizar la economía argentina es una medida acertada si se quiere acabar con la inflación descontrolada y restituir el poder adquisitivo de la ciudadanía, la cual ha padecido la sistemáticamente evaporación de sus ingresos y ahorros, sin embargo, no es la solución mágica para todos los problemas económicos. Mientras el Estado argentino no logre equilibrar sus finanzas y siga gastando mucho más de lo que ingresa, los problemas económicos persistirán. De llegar a la presidencia, estará en manos de Milei y su equipo cumplir con la promesa de reencaminar a la Argentina a la senda del progreso.
Imagen referencial: La dolarización ha funcionado en países después de profundas crisis económicas (Andrés Sebastián Díaz Ponce)