Despertar en silencio -obligados-, así la bulla o los gritos estén por encima de las palabras, es un hecho que se registró durante cientos de años. Algunos no lo entienden y hasta lo ocultan, pero en una sala de redacción, donde estamos en paridad de capacidades y equilibrio de anhelos, es posible medir el impacto del silencio que cubrió las voces de la Libertad, en unos casos, las voces de la indignación, en todos los otros casos.
Les estamos contando de las coincidencias: de las mujeres, de los pobres, de los jóvenes, de los ancianos, de los alumnos de las escuelas, de las “muchachas” (así les decían antes a las que después maquillaron con el nombre de “empleadas” del hogar”), de los obreros y los campesinos, de la enorme clase media que se oculta en su pequeño paraíso, de las mamás y las que sonríen contando sus centavos como amas de casa… hablamos de casi todos… los que son los más trabajadores y los más capaces, de aquellos que son los talentosos y emprendedores, sangre de impulso y respiro de aliento: los peruanos, casi todos.
¿Y porqué les escribo de esto y de tantas gentes? Por lo que cambia en cada persona, es en especial el miedo a expresarse, una barrera que con las computadoras, los celulares y cuanta máquina se acerca a nuestras manos, se convierte en una herramienta inimaginable de la Libertad, así es, aunque lo nieguen, no importa. Lo virtual se vuelve intensamente, paradójicamente, el impulso natural, humano, cercano.
Hoy que los gobiernos son lo peor de siempre, pero mucho peor aún, surgen desde los sectores que no se expresaban en los medios (revisen para que comprueben), las oportunidades de construir opciones de cambio, ideas de mejoras, propuestas de progreso y voluntades que en amplitud, pueden presionar a favor de sus derechos y no como antes, en beneficio de los que los manipulaban, porque así era “antes”, el imperio de los muy pocos, casi nominados por nacimiento, casi elegidos entre ellos mismos para ser la continuidad de sus nombres y pronombres, de sus alias y de sus crímenes. ¿No era asi?
Evidentemente los cambios no vienen con rapidez cuando se trata que las opiniones construyan unidad de objetivos, eso es innegable pero existe fluidez y eso, también es incuestionable y se debe aprovechar para darle ritmo y movimiento al “reemplazo institucional”, que no es otra cosa que conquistar todos los espacios de participación, gestión y dirección (partidos políticos con doctrina y dirigentes, y además, con selección ciudadana de representantes a cargos públicos nominados o elegidos, por ejemplo; quizás también en las juntas de vecinos, donde no todo es colocar nuevas flores y pedir que los trabajadores de limpieza pública barran nuestras veredes en vez de hacerlo nosotros mismos, como tiene de ser; tal vez promover equipos directivos en los Colegios profesionales para defender, expandir y consolidar al gremio que nos debe unir y nunca dividir; de repente ir a las sesiones públicas -porque así son- de los Consejos Municipales, para ver, escuchar y ser testigos de lo que hacen y deshacen los alcaldes y regidores que se sientan en nuestras voluntades y se burlan de nuestros votos). Ser ciudadanos es un trabajo enorme.
El trabajo de ser ciudadanos, comienza en ser Amas de Casa con temple y sensatez (o Mamás y ministras de economía del hogar), en ser buenos alumnos en nuestro colegio y universidad (y trabajar y estudiar, no sólo estudiar o solamente trabajar, se trata del doble esfuerzo y misma entrega), en ser mujeres progreso, lo que significa que escalamos de casa con nuestras ideas de negocios, participación política o carrera profesional.
Ser más como personas y mejores como peruanos. No callarnos frente al espejo cuando nos vemos, no callarnos frente a la sociedad que nos tapa los ojos, no callarnos cuando nuestra voz es la que tiene que ser eso: la voz. Por eso, ahora hablamos, porque callamos, por mucho tiempo.
Imagen referencial, una ilustración de Karina Cocq, en redes sociales