Boluarte acaba de regresar de un viaje inútil por Alemania y el Vaticano y eso es reflejo de la pésima política de relaciones exteriores de este gobierno que sigue a la deriva.
No estoy de acuerdo con las salidas de la mandataria al exterior porque, pese a la ley del Congreso que se lo permite, su insistencia en manejar al Ejecutivo a control remoto es inconstitucional. El artículo 115 de la Carta de 1993 establece que “Por impedimento temporal o permanente del Presidente de la República, asume sus funciones el Primer Vicepresidente. En defecto de éste, el Segundo Vicepresidente. Por impedimento de ambos, el Presidente del Congreso”. No existe hoy vicepresidente y el presidente del Congreso da vergüenza por su prontuario; pero tampoco existe razón vital para que Boluarte haga turismo.
De allí que, aun cuando políticamente no procederá su vacancia porque no existen los votos necesarios, justo es reconocer que la moción presentada por la izquierda marxista para sancionarla sí tiene sentido.
Entre tanto, los resultados de sus viajes no sirven para nada. Primero fue a un encuentro de mandatarios amazónicos en Brasil, donde fuera de tomarse la foto con el líder del Foro de Sao Paulo, Lula da Silva, no consiguió algo útil. ¿Ha conseguido que la conspiración comunista contra el Perú ceda? Nada, salvo ‘figuretear’ en un paseo pagado por todos los peruanos.
Después fue a la Asamblea de Naciones Unidas supuestamente para mejorar la imagen del Perú. Dijo solo generalidades y acto seguido su PCM Otárola le quitó el piso a las inversiones mineras. ¿Sirvió de algo el paseo?
En Alemania no fue recibida por el verdadero hombre fuerte que es el Canciller, sino por la figura decorativa, el presidente y por un alcalde. ¿Resultados? Nada concreto salvo las fotos. Y en el Vaticano no hizo una visita de estado, sino una audiencia protocolar donde Francisco la recibió con cara de pocos amigos. Después despachó solo con cardenales sin influencia sobre la iglesia católica peruana que ha optado por una línea de izquierda agresiva, antidemocrática y de abierta praxis marxista favorable a la subversión interna.
Dina Boluarte debe entender que está pegada con alfileres en el cargo y que la ministra de relaciones exteriores Ana Gervasi es apenas una burócrata de segundo rango. Si quiere una iniciativa mayor de Torre Tagle, o cambia de Canciller, o mejor se limita a no malgastar los recursos del Estado en su viajecitos inútiles.