Los espectadores del crimen periodístico, el delito diario que compite con el crimen político, sea como televidentes, lectores o radioescuchas, asistimos estas semanas a la competencia de la vanidad, soberbia y desfachatez propia de los -y las- “creídas y autorpercibidas fuentes de la verdad” que por muchos años fueron infiltrándose en las escenas del poder, cualquiera que se les ocurriera, a fin de mantener contentos a los entonces dueños de sus medios de comunicación, entonces ahora a los accionistas mercantilistas de la propiedad en falencia, que subsiste para negociar con el dinero público, con leyes a favor de intereses de grupos económicos o de presión financiera que no paran de succionar de nuestros impuestos en una forma u otra, para vender el país y sus almas al pecado de la corrupción y la impunidad.
Hoy, el nuevo “tren de Aragua” nacional (a imitación del venezolano que arrasa donde se instala y nadie puede detener ni sancionar), es la prensa que se adueñó de las voces ajenas para presentarse como rostro de aquellas a las que manipulaba y aún intenta manipular. Es la prensa del odio, la prensa alquilada en personas sin alma pero con bolsillos enormes, la que está secándose y mira a todos lados para seguir recibiendo dinero del Estado para sus jugosos e injustos salarios, para los contratos de sus familiares con el gobierno central, empresas del Estado, organismos reguladores, gobiernos regionales y locales para los “licitadores elegidos, a cambio de los favores esperados” (pantalla principal, entrevistas arregladas, falsas aclamaciones en las calles, encuestas virtuales manipuladas, titulares destacados con emoción y ataques implacables a los opositores de sus socios políticos).
No se trata de hacer Periodismo, sino de “perriodizmo”. Y en esa tarea sucia y venal, están habilitados con angustia creciente los herederos de las etapas previas a estos tiempos: las guaripoleras y guaripoleros, los mermeleros y mermeleras, los danzantes y asistentes al estadio con entradas y palcos gratis para ver a Perú hacia al Mundial de Rusia y luego la fiesta del intento hacia Qatar, los “comunicadores” que con el delincuente (a) “el Lagarto” firmaron un pacto de sangre y sumisión, a cambio del favor oculto de ser parte de la primera y segunda lista de vacunados, a espaldas de los que requerían las vacunas y cobertura de salud con urgencia, los enganchados con “mejor un caviar admirador del MRTA, que un político como Merino”, los que -antesala del infierno- hicieron con el negocio de las encuestas y los medios un proceso electoral que por cualquier lado, impedía a una candidata avanzar y consolidarse sobre otros que no eran nada, ni serían algo después. Y como era de constatarse, los perriodiztas que dijeron que el odio era mejor que la cólera y permitieron el camino en el que hoy nos ahogamos y desde el cual no podemos salir todavía, ya que a diario nos venden el tintineo de la mentira sobre la verdad, para no reaccionar.
Hoy, todos y todas se creen Rasputín, Goebbels, Montesinos o quien sea. Hoy, en estos momentos, están cayendo en desgracia los soldados y las milicianas activistas de los medios entregados a los favores de gobiernos corruptos y miserables, porque alguien, de repente, les sale al frente y los deja callados, como es que merecen, callados en una sola orden de la verdad, sobre la mentira.
Los ciudadanos, los peruanos, ya no le creemos a los medios de antes, convertidos en la escoria de ahora que genera rechazo y cólera por tanta manipulación evidente.
Hacer Periodismo, ¡cuánta falta hace, cuanta miseria sobra!
Imagen referencial, en las redes, vía Diario Expreso