No existe en la historia del Perú una escena de tanta comicidad y absurdos, como la pelea diaria entre el Congreso de la República (sus congresistas) y una mancha de triple moral conformada por determinados profesores de algunas universidades privadas que no pagan impuestos y reciben millonarias ayudas de nuestros impuestos (en una u otra forma, por si acaso), mediante contratitos temporales -mayormente- que significan decenas de miles, sino millones de soles, para defender el pensamiento caviar o las ideas extremistas que destruyen la institucionalidad en el país.
Eso es: destruir, arrasar, deformar, sucumbir. Les hablo del pensamiento Gonzalo, sí el pensamiento de Abimael Guzmán metido en las neuronas, insertado en las palabras y raciocinios de académicos que se hacen los puritanos y vienen, convertidos en elegantes trajes de vestir, oficinas de lujo, oenegés y los medios acomodados en sus comunicaciones, para usar el odio “académico” como una forma de ataque en esto que se llama correctamente “la nueva violencia, la violencia popular de nuevo tipo”, un sistema que reconvierte al marxismo leninismo y al maoísmo en un guión adecentado (es una forma de señalar lo que están haciend) con el lenguaje y las nuevas posiciones extremistas que justifican lo injustificable y que transforman lo constitucional, en este caso, en la nueva ley de los nuevos referentes desde posiciones acomodadas en las universidades como ventiladores de deformaciones jurídicas que los medios van a recoger y que sus periodistas improvisados van a repetir en su abultada ignorancia.
Hemos y estamos permitiendo que “unos descairados prostitucionalistas” hagan que el prevaricato se imponga sobre la legislación y sobre la Constitución Política del Perú. Pero como los periodistas recurren a los prostitucionalistas y les dan cabida como dueños de la verdad, algunos les creen y teniendo el Congreso tantos desprestigios acumulados y por efectuar -gran problema adicional-, hasta en el exterior se cree también lo que los deformados de la legislación y la Constitución dicen ahora.
El Congreso, a pesar del nivel de sus miembros, está actuando conforme a un procedimiento regular. En cambio, la Junta Nacional de Justicia sigue actuando con imprudencia, sin criterio.