Argentina marca la pauta sin tener interés en mirar hacia fuera, porque se comprime hacia adentro hace décadas, casi cien años de desilusiones, caídas tras tropiezos, infamias, vendettas y cientos de traiciones políticas que arman “un album de desglorificados”, pero marca la pauta por saber quiénes quieren ser como la nueva moda de comprar lo que no pueden fabricar, teniendo todo para hacerlo: una voz de liderazgo, un discurso coherente, la política intelectualmente honesta, como lo ha hecho Javier Milei.
La ilusión que hay en Argentina y en América latina eternamente es construir un gobierno, llenar o mejor dicho, colocar en los cargos y representaciones necesarios a los mejores ejecutores para que hagan las cosas que deben de hacer, sin corromper y sin delinquir. Eso no es tarea fácil. Entendamos bien, cuando no se tienen dudas, cuando se sabe adónde se dirigen todos, se dice lo siguiente como la consigna: habrá un ajuste que tienen que pagarlo los políticos, sus círculos de sostenimiento y los choros de siempre.
Cuando gana la esperanza y se pierde el miedo, se puede hacer que la conexión con la calle te respalde, porque ahora vienen las armas vedadas de los perdedores, de los anti Libertad, que arman protestas y líos para tapar sus incompetencias y ausencia de respaldos. Y entonces hacen piquetes, huelgas, bloqueos y se victimizan por lo que sea, con tal seguir cobrando la cuota sindical.
Ahora se preguntan los que no votaron por él: ¿Qué va a hacer Javier Milei como Presidente -que nos inquieta tanto- a partir del primer minuto de su gobierno, como por ejemplo, privatizará la educación pública universitaria?
“A mí me sorprenden que hagan esa pregunta -dice Milei-, yo no puedo modificar lo que la Constitución señala (…) sembraron terror en la gente con esas mentiras”.
Estos días son abrumadores: todo es a favor o en contra de Javier Milei, pero pocos rescatan el valor de su presencia, lo que inspira. Y ese, es el punto de partida y de nuevo impulso: lo que él inspira.
Por eso les quiero hacer un paralelo hacia el Perú y tal vez, sin mencionarlo, hacia otros países de la región sudamericana, en que todos están queriendo para ellos ser “el Milei peruano” (o el Milei boliviano, el Milei ecuatoriano, colombiano, hondureño, guatemalteco y hasta mexicano), como hasta hace poco esos mismos querían ser, buscar o encarnar “el Bukele peruano”, como en algún momento se dijeron ser “el Bolsonaro peruano” y como también quisieron ser anteriormente “el Trump peruano”. ¿Se dan cuenta de este drama “peruano”? ¿Y que se replica en Ecuador, Colombia, México, etc?
Esto ocurre entre los que se dividen demasiado, menos-ahora- en Venezuela, donde ya está pujante y vigorosa María Corina Machado (y no vengan entonces decir que quieren a una “María Corina Machado peruana”). Cada quien arma sus soldados y su tropa sabe adónde va.
Nos pasa esta ausencia de identidades porque no miramos hacia adentro. Buscamos un Milei o un Bukele para la política y ahora también otro Milei para el fútbol y no miramos hacia adentro, no vemos dónde se encuentra la respuesta, tenga el nombre nacional que tenga.
Reitero, repito y aclaro: el nombre nacional que tenga, la respuesta que nos una a muchos, el símbolo que lidere a los honestos, la voz que no se calle ante el abuso, el corazón que inquiete el alma y que tenga la mirada de todos. Es simplísimo, pero arriesgado, porque vale luchar por la Patria.
Un país con oportunidades para todos, el equipo que necesita un nombre nuevo, no imitado. Eso es.