Como en el Perú no existen partidos políticos institucionalizados, sino pequeños círculos de amigos o clanes de cómplices para ciertos objetivos, el enredado mundo de las izquierdas del odio se impone de vez en cuando en las noticias, con sus incansables intentos de armar la revolución desde las calles, como sea, a la hora que sea, con las víctimas que sea necesario fabricar o condenar.
No tenemos partidos políticos a la vista, actuando a diario, convocando y congregando sobre la base de los mensajes y las palabras claras de líderes honestos intelectualmente (sin ideas, carecen de líderes y de caudillos o dirigentes de base que sean motores de impulso en la representación popular), pero tienen en el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones, su “licencia para postular” a los cargos que necesitan votos y demagogia para manejar un distrito, una provincia, las regiones, el país.
Es incomprensible que coexistan 24 organizaciones electorales y ni una sola sea representativa de algo positivo y trascendente, porque son marcas comerciales y no instituciones de servivio público. Pero lo peor de todo, es que esto sucede porque los de las izquierdas del odio y sus intransigentes “académicos caviares” impusieron una alocada reforma política que lo único que ha producido es el peor Congreso de la historia y el más miserable gobierno -en todo sentido y contrasentido-, que se haya registrado.
Y sumado a ello, como en esa multitud de opciones que desfiguran la representatividad ciudadana no existen criterios de trabajo político, los clanes de las izquierdas extremistas, los que no pueden conseguir firmas para inscribirse como sus competidores, generan estrategias de búsqueda de impacto, usando la violencia y la agresividad en sus mensajes, a fin de convencer a los incautos en su actuar de odio.
El inocultable deseo de las izquierdas, es reinar en el caos y la violencia que ellas producen, porque creen que ese es el camino y mediante esa guerra interna contra la legalidad, consideran que van a ubicarse en la preferencia electoral para llegar al poder.
Otra Toma de Lima (fracasada como siempre por supuesto), otra marcha de sacrificio (de los manipulables evidentemente), otro truco para lo mismo de siempre: odio, odio y más odio. Ese es el rol de la izquierda como un solo frente o como lo que es: atomización de vanidosos, explosión de soberbios, menosprecio a los pobres, racismo con los que no piensan como ellos y ellas.