Durante décadas, el mundo fue conociendo la inspiración de cierta modernidad izquierdista que temía el radicalismo marxista leninista y peor aún, el nuevo rostro maoísta del que nacieron extremos como el de Pol Pot, Kim Il Sung e inclusive, con variantes, pero bajo la misma tónica, los fundamentalistas del Islam que recurrieron a esas izquierdas para reconstruirse como alternativa de mirada política.
Esa confusión de confesiones produjo que la ira y la violencia se unieran y procrearan muchas formas de expresión partidaria, militancias extremistas, discursos radicales. Frente a esa dramática multipolarización de los discursos de las izquierdas (de los nuevos lenguajes del nuevo tipo de marxismo leninismo) es que surgen de la academia y de algunos esfuerzos de círculos de debate, los por llamarse luego “caviares” o izquierda champagne, rosa… muchos apodos para una misma variante que, aparentando educación y un grado de “moderación”, como que abría sus mentes hacia los demás, queriendo establecer diálogos, “tés” de inspiración, mesas de análisis y todos esos seminarios, conferencias y acuerdos que nunca producen nada positivo, pero se acumulan en discursos que luego son miles de páginas de estudios que de nada sirven. Esa es la génesis del mal caviar, apoyado por fundaciones europeas -específicamente de Suecia y Alemania- que hacían del Perú, uno de sus laboratorios de experimentación ideológica.
Con el tiempo y las influencias que iban infiltrando en el Estado, los caviares tomaron el control de las verdades y de las opciones de cada decisión desde el gobierno, logrando que varias promociones de nuevos caviares irrumpieran como ministros y altos funcionarios -con exorbitantes sueldos- y también como congresistas, alcaldes, gobernadores regionales, regidores y consejeros, asesores y mil puestos más, elegidos o nominados, pero inundaron el Estado, porque los tres requisitos los iban cumpliendo sus hijos. ser de la Universidad Católica de preferencia, ser de un colegio privado de Lima y ser hijo de un caviar que habiendo trabajado en el Estado o en una oenegé, lo autenticaba en el devenir.
Estos herederos de la casta o mafia caviar, la dinastía del mal, no siguió el viejo consejo de la dirigencia antigua que siempre hablaba de “sembrar, cuidar y cultivar”, para que las nuevas semillas permitan el mismo proceso (“sembrar, cuidar y cultivar”) sino que mal acostumbrados a placeres, dinero, viajes y un racismo exacerbado contra su propio círculo, iban creando un nuevo contra resentimiento adverso hacia ellos. ¿La consecuencia? Han perdido ser inspiración, no son representatividad, generan rechazo.
Por eso, cada día se desmorona más y más la izquierda del odio caviar, izquierda de la pituqería y el miedo a la verdad, del asco al trabajo político, izquierda que se siente repulsiva ante un comedor en lo alto de un cerro del olvido, izquierda que no hace trabajo obrero ni campesino, izquierda que no va a las universidades porque no es izquierda educada ni combatiente y ha dejado todo ese amplio campo de la actividad política a los liberales y a los conservadores, a la nueva Derecha. ¿No es verdad?
La izquierda teme a la Derecha, no se le enfrenta en la calle, le tiene miedo, se hunde más.
La supuesta “multitudinaria” marcha de las Izquierdas del odio NO lograron llenar ni siquiera tres cuadras en sus marchas pagadas de hoy. Fracaso tras fracaso, el grito del pueblo en las calles fue uno solo: “déjennos trabajar”