La ruina tiene nombre definido, se llama y se define en una sola palabra: izquierda. Lo sabemos, están identificados así cambien cotidianamente sus nombres, alias o apodos. Sin embargo, subsisten porque no se les erradica y porque los encargados por el voto popular -de hacerlo-, son gentes que transitan entre la ineptitud, la cobardía y el negocio (extorsión, chantaje, blindaje, alquiler de votos, hipoteca de honras).
En tal escenario, se consuman los delitos y se aprueban los crímenes o simplemente, se les deja ir y venir, pasar y regresar, porque a nadie le interesa el cambio para tener un rumbo, sino que es rentable andar en un zigzageante camino de podredumbre.
No estamos en una encrucijada, porque solamente hay dos opciones y tenemos que trabajar hacia un lado, entendiendo que el desastre es la continuidad izquierdista y la única solución nacional en Libertad, reside en un cambio radical, rápido, profundo, con acciones y decisiones que no contemplen retrocesos.
Hemos sido atormentados por décadas de “reformas” de izquierda que nunca han sido nada bueno para el país. Al contrario, desde la dictadura militar izquierdista de Velasco Alvarado, cada reforma socialista fue el inicio de más abismos y más pobreza, destruyendo la industria nacional, arrasando con la minería, el agro y las instituciones políticas. Luego, al recuperarse la frágil democracia, ya estaban sembradas las minas, los explosivos marxistas que irían desencadenando la subversión, los sindicatos violentos, grupos de agitación sangrienta en las protestas y una prensa que sólo sirve de apalancamiento de ese odio que ahora es un himno en reemplazo del diálogo que nadie hace suyo.
Los ciudadanos no podemos estar sosteniendo un congreso de ineptos y de ineptitudes, un gobierno de incompetentes plagado de incompetencia y una prensa de mentirosos que desinforman y maltratan la verdad.
Hay un cansancio en rebeldía efervescente, que se activa paulatinamente. Prepárense.