Hay que entender este raro fenómeno de la estupidez y aceptación “negada” humana que nos hace elegir la igualdad del sometimiento, antes de pensar y pelear por la desigualdad de la Libertad (parafraseando a Tocqueville de alguna manera, aunque muchos encuentren algo que citar en Tocqueville, con propósitos opuestos). Lo cierto, lo real, lo evidente es que “aceptamos porque aceptamos” lo que deciden los que se imponen desde el gobierno: todos sus errores, maltratos, agresiones, violencia y disparos, pensando que estamos en una democracia consolidada y que lo que hagan, digan lo que quieran y proyecten hacer lo que anuncien o desistan, no afectará nuestra Libertad, siendo siempre lo contrario.
Así como era mentira y errado a la vez aquél augurio de que las guerras modernas durarían “apenas unas horas, quizás unos días” y hoy vemos que van por años y no se ven finales, las guerras de la nueva política de nuestros tiempos, persisten por las reformas electorales (bombas al núcleo de la institucionalidad) y la negación de las militancias y dirigencias, que han convertido a los activistas en “candidatos”, suprimiendo la organización partidaria y la formación y expansión doctrinaria, a la palabra más usada y sin sentido en los tiempos actuales “participación” (y no es participación cuando un ciudadano se convierte en miembro de una organización criminal insertada en el poder local, provincial regional o nacional, tampoco en los parlamentos o ministerios).
Ubican a malhechores y gestores de corrupción para gobernar desde el Estado, en cualquier nivel, a fin de ir asegurando ingresos irregulares e ilegales (sueldos y beneficios injustificados, sobrecostos y pagos de coimas vía contratos a dedo y licitaciones a procentaje de selección bajo la mesa). También por cierto, los privilegios del poder se hacen una costumbre e inventan “derechos a”… gozar de vestidos, calzado, celulares, desayunos, almuerzos y cenas de lujo, autos nuevos, choferes y guardaespaldas como si fueran un producto de uso y no un servicio de seguridad para una “autoridad” elegida, viajes y vacaciones con la familia y los amigos tramposos o nuevas familias, ya que van dejando a la de antes, la más pobre, que les acompañó al inicio de la campaña por el salto a la alcaldía, gobierno regional, congreso, ministerio o una embajada. Comienza un período de uso del poder para darse lujos y placeres: es el Sodoma y Gomorra de la nueva generación política sin ideas ni propuestas, pero con garras de apropiación ilícita y por eso, la política resulta ahora tan repulsiva.
Entonces viene el sentido apropiado de la palabra “oposición” al gobierno, a todo eso que asquea y es repugnante, pero lamentablemente comprobamos que lo que se autodenomina o alguien dice que es la oposición, se refleja en el espejo de los sinverguenzas que usan el poder, porque son más de lo mismo. Y comprobamos también que nadie se dice ‘gobierno’ como sinónimo de culpable o responsable y nadie se dice o se hace ‘oposición’ como lucha permanente por el cambio al rumbo correcto, porque vivimos en la era de la mesa servida, la de los hambrientos de algo de poder y mucho hambre de dinero ajeno, dinero público.
La oposición no existe hoy en el Perú, el gobierno es de los que usan el poder y se reparten el poder para seguir en el poder, hasta que se traicionan y viene de reemplazo la misma gente sucia, con diferente plan de robo y perversión. Esa secuencia, es producto de las reformas electorales y de las reformas políticas que sembraron como minas antipersonas las izquierdas del odio y sus máximos alguaciles: los caviares.
¿Se puede cambiar y retomar el rumbo de un país que no puede seguir de esta manera retrocediendo e hiriendo su alma? Sí, con soluciones fuertes, con gente diferente, nunca con los mismos de siempre.
Imagen referencial, vía Tercera Vía, México