No se gobierna mintiendo, ni robando, ni haciendo promesas que no tienen sustento alguno frente a las reales posibilidades de logro. Hemos pasado de los tiempos de “no se hace nada” a “no se hará nada” porque “no hay dinero, no hay recursos, no hay préstamos, no hay forma alguna de hacer algo”. En este enredo, los alcaldes que se sentaron -literalmente hablando- en el sillón municipal de Lima los últimos años (Muñoz y Villarán para ser más exactos), prometieron decenas de obras, acciones y conquistas sociales que terminaron en nada, siendo puro retroceso y castigo a la esperanza.
El señor Jorge Muñoz fue un beneficiario del desorden electoral que “las reformas políticas” permitieron al ser introducidas como un veneno ponzoñoso en el quehacer ciudadano para escoger al que menos sustento daba en sus versiones de posible gobierno futuro y además, también es cierto, no tenía competencia, en el sentido que los otros candidatos eran de lo peor y para lo peor. Por eso, de un momento a otro fue despertando un ¿porqué no votar por Muñoz? que lo hizo subir, encuestas previas como trampolín manipulado de último minuto, a los primeros lugares en el podio de esas elecciones tan tristes y olvidadas, donde nada era nada y cualquier voto era lo que ocurriría. Por eso, luego de su adormitada gestión donde tuvo la suerte de estar en medio de la pandemia, que no le permitiría “moverse” (cosa falsa porque en la pandemia pudo haber hecho mucho), Muñoz fue sacado por su propia gente debido a un error tontísimo que le costó no culminar su gestión “cero”. Una pena para él.
Es por eso que Muñoz no habla de lo que hizo (porque no hizo nada). Y de la misma forma, Villarán, la convicta alcaldesa de Lima, mantiene un silencio estratégico para que la gente no se acuerde o no lea que ella fue un mal ejemplo de “mujer honesta”, actuando Susana Villarán como cajera sucia de las mafias de los peajes y las obras oscuras de los contratistas corruptos e impunes que encabezó la empresa brasileña Odebrecht, entre otros ladrones que se siguen frotando las manos de sus delitos.
Muñoz calla y se va acomodando por algún lado, Villarán calla y se sigue escondiendo por todos lados. Nadie puede defenderlos, sería un suicidio político.
Y ahora, tenemos a López Aliaga, frustrado candidato a la presidencia del Perú, ligerísimo ganador de una reñida elección para Lima, donde su principal oponente está ahora en prisión y donde sus demás contrincantes, siguen en silencio -desaparecidos- sin esmerarse en ofrecer lo que antes ofrecieron: liderazgo y opciones de gobierno municipal para la ciudad más importante del país. Es decir, fueron candidatos para una elección circunstacial y no candidatos por un partido, una agenda, un servicio a la ciudad. Es decir, otra vez, fueron nada porque nunca serían algo seguramente. Se presentan, ofrecen de todo, se hacen los buenos y “populares”, abrazan a los más pobres, dicen que salieron de abajo, que son trabajadores…. dicen, dicen y luego, desaparecen, porque son más de lo mismo: decepción (mejor que hayan desaparecido y que nunca más vuelvan como candidatos).
El tema de hoy es Lima y su triste aniversario, sin obras, sin hechos de importancia, sin liderazgos, sin un mensaje y una actitud de ejemplo diario, constante y agerrido, como si Muñoz estuviera de alcalde o algo así.
Ni una sola obra de impacto social, ni una sola obra de infraestructura proyectada, ni una sola continuación de obras anteriores que esperan eso: cotinuidad, como la gran Vía Expresa de Lima, estancada entre Miraflores y Barranco, o la extensión del Metropolitano hacia el Sur y el Este, nada teniendo todo para hacerlo. Sólo decires de campaña -que están pasando factura- y excusas para la inoperatividad.
Lo más triste tal vez, sea que el señor Alcalde de Lima es una persona llena de soberbia y vanidad, que no acepta críticas ni opiniones distintas a la suya, que se enfada y enerva como un vengativo ex amigo que se siente en un ambiente de traiciones, porque tal vez, quizás, esa sea su costumbre, no lo sé, es su problema, pero no tiene que estar en modo “contra todos”, cuando es en los que sugieren y critican, donde comienza la unidad de los que en verdad quieren a la ciudad.
Si seguimos así, el Teniente Alcalde va a tener que dar una respuesta por Lima o compartir “la nada de nada” con el señor de las mil promesas incumplidas.