La envidia y la vanagloria son vicios peligrosos, pero existen remedios para combatirlos: así lo sugirió hoy el Papa Francisco, durante su audiencia general semanal en el Aula Pablo VI del Vaticano, mientras continuaba su serie de catequesis sobre virtudes y vicios.
Ante los recientes síntomas gripales que sufrió, el Santo Padre eligió a un funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, monseñor Filippo Ciampanelli, para que leyera en su nombre sus palabras, como lo ha hecho en otras ocasiones.
Hablando en primer lugar de la envidia, el Papa recordó que el pecado, ya en la historia de Caín y Abel, resultó ser una fuerza destructiva, alimentada por el resentimiento hacia los demás, que a menudo conduce a un odio mortal.
“La envidia”, observó, “es un mal que no sólo ha sido investigado en el ámbito cristiano: ha atraído la atención de filósofos y sabios de todas las culturas”.
Las ‘matemáticas’ de Dios son diferentes
La base de la envidia, sugirió el Santo Padre, es una relación de odio y amor: “Uno desea el mal para el otro, pero en secreto desea ser como él”.
“Su buena suerte”, prosiguió, “nos parece una injusticia: seguramente, pensamos, ¡mereceríamos mucho más sus éxitos o su buena suerte!
En la raíz de este vicio, señaló, está “una idea falsa de Dios”, donde “no aceptamos que Dios tenga sus propias ‘matemáticas’, diferentes de las nuestras”.
Remedios para la envidia y la vanagloria
El remedio para la envidia, sugirió el Papa, está en la exhortación de San Pablo: “Amaos unos a otros con cariño fraternal, compitan en estima unos a otros”.
Mientras tanto, la vanagloria, que es un orgullo excesivo u ostentoso, especialmente por los propios logros, dijo, está marcada por una autoestima inflada y “un anhelo de elogios constantes”, “frecuentemente propenso a utilizar a otras personas para sus propios fines”.
Este pecado, subrayó el Santo Padre, va de la mano del “demonio” de la envidia, afirmando que ambos vicios son propios de una persona “que aspira a ser el centro del mundo”.
El poder de Dios, perfeccionado en la debilidad
El vanaglorioso, indicó el Papa, está completamente ensimismado. Para combatir este vicio, el Papa sugirió seguir el ejemplo de San Pablo, de alardear de sus debilidades más que de sus logros, lo que “ofrece un camino eficaz para superar la vanagloria”.
El pontífice instó a los fieles a imitar a San Pablo, en cuanto a la certeza que la gracia de Dios es suficiente, ya que su poder se perfecciona en nuestra debilidad.
Al aceptar e incluso abrazar nuestras debilidades, sugirió el Santo Padre, el poder de Cristo nos hará libres para un amor más generoso hacia los demás.
Recuerden:
“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”
1ra Juan 2:16