Al recoger su Goya 2024 como mejor actor, David Verdaguer habló del miedo que invadía constantemente a Eugenio, el humorista al que da vida en Saben aquell. “Creo que la mayoría de los que estamos aquí tenemos miedo, pero lo aparcamos para hacer películas”, dijo Verdaguer. Pero si hay algo que genera miedo en este momento en la industria del cine, el monstruo que ha llegado para quedarse, es la inteligencia artificial (IA).
El afán de superarse a la hora de interpretar un papel que mostraba Verdaguer poco tiene que ver con el miedo que tienen los figurantes de que se grabe su imagen y se use en mil películas sin recibir ningún tipo de compensación económica. Y no solo a ellos afecta el nuevo monstruo.
Hoy en día la IA se utiliza en la industria cinematográfica para redactar guiones, componer música, encontrar las mejores localizaciones para grabar, seleccionar actores, hacerlos rejuvenecer, mejorar el audio o las imágenes, desarrollar software y videojuegos y para los sistemas de recomendación de series y vídeos online. Los resultados de la IA en la industria del cine son tan increíbles que ilusionan y al mismo tiempo asustan a guionistas, compositores, realizadores y directores.
Breve historia de la IA en la industria del cine
Ya en la película El Cuervo, en 1994, se pudo recrear digitalmente la presencia de Brandon Lee después de morir. En 2018 el director de cine Oscar Sharp y el tecnólogo creativo de Google, Ross Goodwin, crearon la película Zone Out en sólo 48 horas para el festival de cine de ciencia ficción de Londres usando el sistema Benjamin AI y miles de horas de películas antiguas y grabaciones de actores profesionales sobre fondo verde.
El resultado final fue poco refinado y, en su mayor parte, carente de sentido, pero la reducción de los tiempos y costes de producción fue innegable y aterradora. Harrison Ford en Indiana Jones y el dial del destino es un claro ejemplo de cómo los actores envejecidos (o fallecidos) pueden ser rejuvenecidos (o resucitados) mediante inteligencia artificial.
¿Ha llegado el fin del derecho de autor?
Cualquier empresa que se haya dedicado a la largo de su historia a generar contenidos de todo tipo (textos, imágenes, vídeos, etc.) corre el riesgo de perder su propiedad intelectual y de que se devalúe de golpe su ventaja competitiva, es decir, su capacidad creativa.
Por eso el 27 de diciembre de 2023 The New York Times presentó una demanda en el Tribunal Federal de Distrito de Manhattan contra Microsoft y OpenAI, creador de ChatGPT, alegando que OpenAI había utilizado ilegalmente sus artículos como datos de entrenamiento infringiendo sus derechos de autor. Hecho que OpenAI niega defendiendo su uso legítimo y añadiendo además que “sería imposible entrenar a los principales modelos de IA actuales sin materiales protegidos por derechos de autor”.
Claramente esta sentencia hará escuela y determinará si de verdad es posible que el producto de una empresa se base en la propiedad intelectual de otra sin pedir permiso o prever una compensación. Podrá haber una sobresaturación de contenidos generados por IA, lo que dificultará que los creadores humanos destaquen.
La IA como complemento y no como sustituto
Todo esto es positivo siempre y cuando la tecnología no sustituya al ser humano, sino que lo complemente. Podemos mencionar algunos ejemplos de fructífera colaboración del humano con la máquina.
The Frost es una película de 12 minutos en la que cada plano ha sido generado por una IA creadora de imágenes. Para hacerla, la empresa Waymark usó un guión escrito por su productor ejecutivo Josh Rubin, quien también la dirigió, y lo introdujo en el modelo de creación de imágenes DALL-E 2 de OpenAI.
Expanded Childhood es otro ejemplo de corto hecho a partir de viejas fotos familiares de su director, Sam Lawton, que DALL-E 2 amplía más allá de sus límites, permitiendo al autor jugar con los recuerdos y las viejas imágenes.
Dramatron es una herramienta para generar guiones a partir de una frase que puede simplificar el trabajo de los escritores de guiones teatrales o cinematográficos sin limitar su creatividad como parte de una experiencia de coescritura.
Aunque hay que ser consciente de que, al utilizar datos históricos, la IA generativa puede amplificar los sesgos existentes, replicar expresiones consideradas obsoletas o utilizar estereotipos fuera de lugar.
La importancia de valorar la ética de la IA es cada vez más relevante. Mientras sea una pluma o pincel más en las manos de los autores y las autoras, podremos seguir preservando nuestra autonomía creativa. Y que no sea un monstruo lo que ha venido a vernos.
Nota de Redacción: el presente artículo se publicó originalmente en www.thecvonversation.com bajo la autoría de Sara Degli-Esposti, Research fellow, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)