“Tengo un discurso –comenzó diciendo Francisco- para leer aquí, no es tan largo. Hay siete páginas, pero estoy seguro de que, después de la primera, la mayoría dormirá y no podré comunicarme”, -bromea el Papa-.” Me permito hablar espontáneamente con ustedes, decir lo que tengo en mi corazón sobre la comunicación. No muchos se quedarán dormidos”.
En primer lugar, Francisco recordó que la primera tarea es comunicar lo que es “verdadero, justo, bueno y hermoso”.
“Pero, ¿cómo debe ser la comunicación? –preguntó Francisco a continuación-. Una de las cosas que no deben hacer es publicidad, sólo publicidad. No deben hacer como las empresas humanas que intentan tener más gente. En una palabra técnica: no tienen que hacer proselitismo”, advirtió el Papa.
“No es cristiano hacer proselitismo. Benedicto XVI lo dijo muy claramente: ‘La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción’, es decir, por el testimonio. Y nuestra comunicación debe ser testimonio. Si quieren comunicar más o menos una verdad, sin la bondad ni la belleza, deténganse, no lo hagan”
Siempre debe haber “la firma del testimonio” en cada una de las cosas que se hacen. Y “testigos”, en el sentido cristiano, significa “mártires”. De hecho, existe una “dimensión mártir” de la vocación del comunicador que es el antídoto contra la “resignación que a menudo entra en los corazones de los cristianos”.
Vemos el mundo: es un mundo pagano, y esto no es una novedad –señaló-. El “mundo” siempre fue un símbolo de la mentalidad pagana. Jesús pide al Padre, en la Última Cena, que proteja a sus discípulos para que no caigan en el mundo y en la mundanidad. El clima de mundanidad no es algo nuevo del siglo XXI. Siempre fue un peligro, siempre hubo tentación, siempre fue el enemigo: la mundanidad.
Al respecto el Santo Padre señaló que ante esto muchos piensan: “Sí, debemos cerrarnos un poco, ser una iglesia pequeña pero auténtica” -esa palabra que me da alergia, exclamó Francisco. “Esto se convierte en sí mismo en la tentación de la resignación”, añadió.
“Somos pocos, explicó, pero no pocos como los que se defienden; pocos como la levadura, pocos como la sal: ¡ésta es la vocación cristiana! No debemos avergonzarnos de ser pocos. La resignación a la derrota cultural viene del mal espíritu, no de Dios”.
El Papa los animó: “No tengan miedo. ¿Somos pocos? Sí, pero con el deseo de “misionar”, de mostrar a los demás quiénes somos. Con el testimonio”.
San Francisco ya dijo esto cuando envió a los frailes a predicar: “Predica el Evangelio y, si es necesario, incluso con palabras”.
Y como modelo de la fuerza del testimonio, que vale más que cientos de sermones, el Papa citó el ejemplo del arzobispo emérito de Kaunas, en Lituania, monseñor Sigitas Tamkevičius, que será cardenal en el próximo consistorio del 5 de octubre, perseguido por el régimen comunista. “¿Cuántos años en prisión pasó? Con testimonio hizo mucho bien, con dolor. Son nuestros mártires quienes dan vida a la Iglesia, no los grandes artistas, nuestros grandes predicadores, los guardianes de la doctrina verdadera y erudita”, advirtió Francisco. “La nuestra es una Iglesia de mártires y debemos comunicar esto, que es una gran riqueza”.
La tercera cosa que el pontífice señaló a los empleados de los medios vaticanos es prestar atención a las palabras que usan. “Para mí, confesó el pontífice, me da alergia cuando oigo decir: Esto es algo auténticamente cristiano, esto es realmente así”. Expresiones, explicó, que son el resultado de haber caído en una “cultura de adjetivos y proverbios”.
De esta manera “olvidamos la fuerza de los sustantivos”. El comunicador debe hacer que la gente entienda el peso de la realidad de los sustantivos que reflejan la realidad de las personas. Y esta es una misión de comunicación: comunicarse con la realidad, sin endulzar con adjetivos o adverbios.
“Esto es una cosa cristiana”: ¿por qué decir auténticamente cristiana? ¡Es cristiana! El mero hecho del sustantivo “cristiano”, “Yo soy de Cristo”, es fuerte: es un sustantivo adjetivado, sí, pero es un sustantivo, instó Francisco.