Vivimos -tengo que usar alguna palabra para describirlo- en una sociedad que no es más que una turba acumulada de muchos tipos ruines y de mal vivir, amenazantes de los demás, hostigadores hacia todos por el motivo que sea o el invento de rencor que les hagan repetir en actitud y palabras; este país ya no es un país, sino el mal ambiente donde los gritos, empellones, escupitajos y ofensas que hacen aplaudir los que rinden tributo a la violencia y al odio -que estimulan los medios de comunicación- es el himno al “progreso social y la igualdad” que tenemos que seguir.
Nos dan odio y nos quitan Democracia, nos dan violencia y nos limitan libertades, ese plan es privilegio, inspiración y propiedad de las izquierdas privadas de razón y raciocinio. Son las izquierdas, desde los que están en la comodidad del aprovechamiento burocrático o “servicio público”, hasta los que amnistías de por medio son la subversión puesta en marcha nuevamente, promovida por oenegés militantes del odio que siembran en la academia, las escuelas, los ministerios, municipalidades, gobiernos regionales y el Estado en su conjunto, quienes arman el tejido de la destrucción social, política, económica, cultural, educativa y patriótica del país.
Ese es el Perú del siglo de la oscuridad que comenzó con Humala, se asentó cobardemente con Kuczynski y su traidor aliado Vizcarra, se hizo “suavemente aceptable” con Sagasti y abrió los puños con la tripleta de Castillo (comunista), Cerrón (comunista) y Boluarte (la cajera de los comunistas). Todo ellos, son parte de la alianza perversa del odio para traer desorden, caos, imposición de “nuevos órdenes sociales”, nuevos discursos populacheros y populistas, venganzas en palabras y rencores en leyes y resoluciones que producen constantemente contra lo que consideran “impedimentos” para su estabilidad.
En lo que han fallado, es que entre ellos y ellas no hay liderazgos, ni caudillismos, ni jerarcas o gentes que hagan la conducción eficiente, por eso el caos que se produce entre ellos y contra ellos y hacia los demás, es una oportunidad de reversión política que hay que atacar. Aún hay un espacio de lucha y combate.
No les interesa -a las izquierdas caviares y extremistas- el país, sólo les importa su agenda de violencia y robo de conciencias, de manipulación de voluntades, de llevarnos al suicidio colectivo estimulando la violencia, las agresiones, el avasallar.
Si las calles dan temor por esas hordas estacionadas en las puertas del congreso, tribunales o lugares de afluencia pública, es porque se les ha dado garantías para actuar y protección para dañar. Son hordas que nacen en las izquierdas a lo largo del tiempo (militantes, activistas y fanáticos), y se reproducen desde las izquierdas para contaminar todo.
La tolerancia no es la respuesta, cuidado con el silencio.