Hoy en el Perú, en las calles, en las redes y también desde algunos medios, la gente no se calla frente a los dueños de las falsedades, del odio, la violencia y la constante agresión a la Democracia, que por “frágil y usada” que esté, debe y tiene que sobrevivir a décadas de aniquilamiento y “reformas” absurdas que la han hecho llegar al lugar donde nos encontramos, con cerca de treinta partidos en carrera para las siguientes elecciones, al mismo estilo que en Venezuela se muere y que quieren desde la ONPE y el JNE imitar para perpetuarse en el poder, desde el poder, con el poder que se fabrican adormeciendo en el voto manipulado y fraguado a los ciudadanos y sus familias.
La asquerosa izquierda -desde los extremistas hasta los caviares, desde los asesinos terroristas hasta los pituquines de bares y películas de porquería- sienten miedo y tiemblan porque va una madre de familia con sus hijos de la mano, porque un padre cuida a sus padres, porque una pareja de esposos vibran del amor y del entendimiento para construir Familia, Patria y Libertad.
La insidiosa y cobarde izquierda -desde lo que les queda de audiencia virtual fabricada y pagada, hasta la que consume el opio de sus sueños morbosos, la que suelta guiones de ataques como orden a sus filas de fascinerosos que usan universidades y centros de investigación para no producir nada bueno- creen que pueden seguir escupiendo maldades, sin que se les diga nada. Miserables pegajosas, sebosas, gente de mal vivir, que quiere engañar con su “buen vivir”.
Cada semana los caviares y los “herederos de los tucos” inventan historias falsas, promocionan héroes del lamento y la victimización acomplejada, pero el país ya los ha descubierto y la ciudadanía activa rechaza a cada uno de esos militantes del odio y del resentimiento, diciéndoles lo que son.
Por eso, hoy como ayer, hoy como mañana, desde cada peruano se hace más fuerte aquella frase que dice: “la izquierda como siempre, no sirve para nada bueno”.