Me acuerdo mucho cuando conversando con Luis Bedoya Reyes me decía que “el rol de los dirigentes es el de no ser candidatos, el rol de los líderes es ocupar temporalmente funciones dirigenciales hasta que se invita, promueve y nombra dirigentes con talento, capacidad de gestión, sensatez y sobretodo, honor para hacer las cosas con actitud ejemplar”. Dirigentes son los constructores, líderes son los ejecutores de la estrategia y llevan en su palabra el mensaje de la institución y la convocatoria hacia la acción política.
Los candidatos, son los que dejan de ser líderes del partido porque escalan en la imagen nacional, están siendo mencionados, son referentes, se les necesita con su opinión y capacidad de gestión. No pueden haber dirigentes que son candidatos, dueños del local del partido, mandamases y voz única. Esos son los “pervertidos”, los caudillos de barrio, los bacanes de la temporada, los dispuestos a ser lo que sea cuando sea, los que tienen -por eso- en su currículum, la palabra “ex candidato” como diez veces por lo menos.
Les comento esta breve reseña y reflexión, porque el PPC estuvo de moda en los años de la nueva ola, en los años de valentía frente al denominado “gobierno revolucionario de las fuerzas armadas”, un invento izquierdista que nos llevó muy cerca de la bancarrota como país (en la economía, la educación, la cultura)
Y de esos años, salieron muchos dirigentes y líderes que mezclados en un mismo esfuerzo construyeron una valiosa institución política que cometió un error fatal a lo largo del tiempo, que la condenó a dejar de ser lo que era para ir desapareciendo, por culpa de la pérdida de identidad, producto de alianzas que no eran necesarias en una contienda electoral presidencial, en esa coyuntura.
La identidad es importante, el nombre no se mezcla, cada actuación y momento político requieren una sabia reflexión, proyección de escenarios y acuerdos con gentes transparentes. No existe eso que “sino nos aliamos, no tendremos senadores, ni diputados”. La versión debe ser: “si no van con nosotros, ellos no tendrán representación ciudadana”. Pero para que esta frase funcione, hay que activar organización eficiente, no fotos de facebook o reuniones con cuatro gatos (como la extinta Democracia Cristiana). La organización lo es todo, sino, no existe impulso y sin impulso, se vuelve a cero.
¿Cómo se organiza una colectividad política? Con tareas, fines, objetivos precisos. Tareas es señalar lo que se debe de hacer cada día, todos los días, cada semana, movilizando imagenes, dejando mensajes, en un contínuo de secuencia y frecuencia, con rapidez. Eso se llama “ingeniería”, construir, edificar.
Es interesante todo esto, porque la dupla conformada por Carlos Neuhaus y Javier Bedoya está actuando con inteligencia y prudencia en esta etapa de “construir sobre cero”, en la que han batallado para lograr la inscripción del partido y ahora, deben ir en tres frentes: conseguir buenos dirigentes, convocar líderes en cada especialidad profesional e invitar a formar parte de la estructura más visible a referentes que lleguen a ser candidatos. Esta suma de voluntades, debe tener Agenda y tiene que ser el partido, el que maque la agenda, no los líderes, no los invitados, a fin de institucionalizar al PPC, dotarlo de misión y visión, una organización que sostenga a sus líderes, involucre a sus invitados y promueva a su militancia.
Por eso, es un gesto simbólico y de gran impacto político la incorporación de Fernando Cillóniz, una voz de honestidad, serenidad, buenos planteamientos, gestión exitosa y reflejo de valores familiares. Cillóniz se está afiliando, es un militante a partir de ahora, es un profesional y dirigente de valía. Así como él, se tiene que llamar a más personas para hacer más y mejor política, más y mejores instituciones políticas.
Creo que es un buen momento. Fernando Cillóniz, va a levantarle el rostro al verdadero PPC, al que fue la inspiración de Luis Bedoya Reyes, Mario Polar Ugarteche, Roberto Ramírez del Villar y Ernesto Alayza, un partido de la derecha auténtica, que representa a las clases medias, a los empresarios, a los profesionales, a los que hacen del Perú, más que una esperanza, la realidad del mejor camino a seguir.