Me pidieron revisar los nombres de quienes creen que van a ser presidentes, de los que han armado sus propios partidos o están en proceso de hacerlo, de los que no han podido lograrlo y buscan algunas pistas de aterrizaje pero con las luces encendidas para no estrellarse o quieren comprar o alquilar un vientre político, y también se trata de los que siempre quieren ser una foto en campaña -sabiéndose perdedores- y parecen ánimas en búsqueda reiterada de un cuerpo para posesionarse.
Esto es una locura, se trata del mercado ambulante de los aspirantes, vamos a un ambiente contaminado y a la vez contaminante, donde los predestinados no despiertan y siguen dinamitando la frágil democracia que por algún lado subsiste a duras penas.
Más de veintisiete partidos políticos dicen tener al Bukele peruano, al Evo andino, al Milei necesario. Están equivocados, así se hagan la barbita de Bukele o la melena de Milei, así se coloquen un mantel de chifa al estilo Evo o se hagan los filósofos del callejón, como Petro o quizás jueguen al estilo Boric, del incendio de un día, al bombero de ahora. Ni uno es lo que otros son o han llegado a ser, ni uno. Y si se dan cuenta, la ausencia de “ni unas” es pasmosa.
Observemos algo del teatro del absurdo, como lo definimos hace años en Minuto Digital news:
El artista del humor, Carlos Álvarez, sigue tratando de encender su débil campaña de ocasionales pantallazos, empleando una cara amarga y repitiendo que hay que eliminar a los delincuentes. Es un “otro yo” de su clon más barrial, el cobarde de Antauro Humala, experto en rendirse. Álvarez y Humala son el mismo discurso, uno desde el teatro formal, otro desde el teatro informal.
Los dos se dicen “estar dispuestos a servir al país”, pero no lo hacen y no lo han hecho antes y ahora. No se trata de regalar una cocina o de dar discursos violentos, sino de ideas y propuestas que sean ciertas, posibles.
Tenemos a Ollanta Humala, esperando que lo llamen –pero de piedras gordas-, a César Acuña pensando en cómo se piensa dos veces antes de pensar, un tal Lescano al que en Puno no lo quieren ni ver, otro tal Arce que envidia a su amiga de toda la vida –Dina- porque no lo puso de primer ministro, un ex primer ministro como Nieto Montesinos que no arma su partido aún, Hernando De Soto en su propio mundo, los compañeros Jorge del Castillo y Mauricio Mulder tal vez sin pelear por ahora, la eterna perdedora Verónika Mendoza, el amigo amoroso del fuego de las trampas Julio Guzmán, la pareja de ministros humalistas Cateriano y Belaúnde… es interminable esta lista de mercado.
La gran pregunta es ¿Son populares? ¿La gente los reconoce como líderes acaso? ¿Qué hacen para querer ser presidentes además de criticar a otros que están en la misma escena de soledades?
¿Usted también quiere ser presidente del Perú? comience a soñar, es gratis y hasta puede cobrar a los incautos por ser candidatos al congreso y así, se agencia un billete, pero destruye al Perú.