En Europa ganó quien lo hizo por sus méritos o porque así fue, y si se trata de la derecha, no es que “ahora los fascistas avanzan” o que los extremistas han resucitado, porque tampoco “si la izquierda gana es que los asesinos que usaron la palabra revolución han renacido” o que el marxismo leninismo, otra vez convertido en terrorismo urbano y migratorio se hace de los votos.
Los extremos siempre están mal, no porque gobiernan o no gobiernan –al menos por ahora-, sino que existe una creciente reacción en los ciudadanos que se cansaron del centro, del estado silencioso de lo mismo de siempre, de la gran indecisión y ausencia de destino y se han inclinado a un lado o al otro, exigiendo más posición y menos sumisión a un orden legal carente de legitimidad.
No se trata de encuestas ni de apuestas, de manipulación o de rendición, sino que el aire que se respira está contaminado de hipocresías manifiestas que te dicen que debes de callarte y dejar de pensar porque lo ordenan hoy los medios de comunicación “activistas y militantes” (de un lado más que del otro, de las izquierdas más que de las derechas, del totalitarismo más que de la Libertad).
“Esto no significa que no deba observarse atentamente el ascenso del extremismo político. La cuestión es que, precisamente porque se trata de un fenómeno importante, es necesario analizarlo honestamente, en términos correctos, sin los gritos histéricos de una generación de periodistas militantes que piensan que el mundo se va a acabar cada vez que la derecha llegue al poder. Y que mete en la misma cesta de una supuesta extrema derecha ‘todo lo que la izquierda considera malo’, como explicó el periodista y maestro en relaciones internacionales, Diogo Shelp”, en un esclarecedor artículo publicado en Crusoé, de Brasil.
Extremos a la derecha o extremos a la izquierda, tienen un punto de partida común, la negación de la Libertad, la imposición de una verdad absoluta que rechaza a la oposición democrática. Y entonces, los hacedores de poder, se sientan a manipular las conciencias de la ciudadanía, los libros de los niños, los textos de las leyes, las resoluciones de la judicatura, las acusaciones de las fiscalías y el resultado de los votos. Ese es el problema, no si uno grita o propone mano dura, ley del hierro o represión al delito.
Y es en este artículo que cito, de la Revista Crusoé, que se dice, en la redacción de la periodista Catarina Rochamonte:
“Shelp presenta, en el citado artículo, una clasificación elaborada por el politólogo holandés Cas Mudde –del que, confieso, desconocía-. El estudioso del extremismo político divide el campo de derecha en extrema derecha, derecha radical, derecha y centro derecha. Del mismo modo, divide el campo de izquierda en extrema izquierda, izquierda radical, izquierda y centro izquierda. Para el autor, el extremismo, de un lado o del otro, estaría vinculado al rechazo de la soberanía popular a través del voto, al rechazo del orden constitucional y, en consecuencia, al rechazo de la democracia misma.
El filósofo político italiano Norberto Bobbio propone un espectro político más simple (extrema izquierda/centro izquierda/centro derecha/extrema derecha), pero, en un aspecto fundamental, las dos clasificaciones convergen: ambas vinculan el extremismo con el rechazo de la democracia misma.
Para Mudd, la extrema derecha y la extrema izquierda pretenden sustituir la democracia por una dictadura; También para Bobbio, los revolucionarios de izquierda y los reaccionarios de derecha tienen la antidemocracia como punto de vista político común; Los extremistas de ambos lados tienen aversión a la democracia como conjunto de valores y como método”.
Como ven, hay, existen, se mencionan las mimas señales de tránsito político hacia los extremismos, pero lo más interesante es lo que dice en un estupendo artículo Ricardo Escudero, cuando menciona que “si de extremos se quiere hablar, definamos a la prensa en sus extremos, que es desde donde nacen estas acepciones tan confusas por un lado y tan poco claras en el sentido estricto de las palabras, porque cuando los medios dicen ‘extrema derecha’, jamás dicen que existe una extrema izquierda, ya que por militancia ideológica callan en su valoración. Y es simple todo esto, porque así como hay derechas y matices, existen izquierdas y sus variantes. No se trata de ir a los rincones alejados para sembrar la semilla del miedo, ya que son espacios reducidos. Es usual: Derecha e izquierda, matices y variantes. Pero fuera de matices y variantes, están los que no son ni derechas ni izquierdas, los asesinos de la Libertad y de la Democracia”.
Como ven, se tiene una balanza no equilibrada, porque eso es la política, pero en los finales de cada lado, fuera de ellos, subsisten los radicales, los que odian, los que eliminan, los que dictadura por medio, hacen lo que les da la gana sobre los derechos humanos, sobre la independencia y la posibilidad de construir cambios, diálogo y encuentro, reconciliación, progreso y desarrollo.
Derecha e izquierda son lo que hay. Que para nosotros la izquierda es inservible, no limita su existencia, es más, la defenderemos para que se extinga sola. Pero extremismos no existen en política, sólo en los medios, en la fábrica de las tonterías.