El intento de presionar a las personas, usando un lenguaje de odio y de enfrentamiento, no va más, porque los ciudadanos, en especial los jóvenes, ya no les creen a los azuzadores y manipuladores de las izquierdas que se hicieron dueños de la verdad que ellos mismos inventaban, siendo mentira, exageración o simplemente algo incierto que pensaron provocaría nuevas formas de protestas violentas, casi como una “revolución” de cualquier grupo etario, social, educativo, gremial, barrial, cultural, deportivo; lo que fuere con tal de “nuclearlos” y “dirigirlos” bajo el denominado liderazgo político (de los que son extinción política en curso) hacia la disolución del gobierno y la toma del poder.
Lo que fue una vez asonada o revuelta, por el abandono de los actores sociales y políticos, empresariales y académicos, laborales y sindicales, no se repite porque los tiempos son otros, porque las redes han empoderado a los ciudadanos y sus familias, porque lo que fue “la verdad” inventada ya no se publica en periódicos de papel o canales de televisión, sino que se discute sobre si “es verdad o no la es”, pero en las redes sociales y desde allí, nacen las oposiciones y las decisiones de valor. Por eso no pueden decir, sin ser rechazados: “salgan”, “vayan”, “enfréntese ustedes”, “den sus vidas”, porque los jóvenes y los adultos mayores son sabios en su buen entender y en su mejor comprender, al notar que la manipulación se debe rechazar, más aún si viene de la izquierda del odio.
Más de veinticinco partidos están en línea de carrera para cualquier momento electoral. De ellos, cerca de veinte son máscaras de la izquierda más insidiosa, corrupta, ramplona, inculta, ofensiva y mercantilista (caviares, progres, marxistas leninistas, neo maoístas, ambientalistas de la contaminación, socialistas, comunistas, subversivos en “stand by”…). Todos esos militantes del absolutismo y el negacionismo del fracaso de donde provienen, están en permanente desesperación por alcanzar una mecha encendida que explosione, pero no lo consiguen. No pueden activar nada, nadie les hace caso, sus marchas están marchitas, sus gritos no tienen eco y sus miserias les agobian, padecen de escasez mental y monetaria.
El fin de las izquierdas es una nube de polvo que se ve cercana, pero que ya no contamina, porque sus componentes se están destruyendo uno a uno, que es lo único que saben hacer. No se activa ni funciona una protesta, desde el altar de la izquierda de los eternos manipuladores de la opinión pública, porque la gente no les cree más.
Hoy y mañana, como ayer, las calles seguirán vacías cuando la izquierda hable de sus odios y pida que los muertos les sean bendecidos en su nombre y olvido.