Todos los días, el país se complica entre la estupidez de los que gobiernan y la estupidez indiferente de los que están siendo gobernados, aunque digan que no es así lo que sucede, pero ocurre imparablemente. Somos una sociedad tan descompuesta que nos estamos reconstruyendo sobre la miseria de lo que queda y aceptamos gustosos que los peores gobiernen, que los ladrones administren el dinero y que los corruptos legislen.
Y por encima de todo ello, permitimos que las noticias sean el guion del odio desde los medios de comunicación, que nacen en el odio.
La verdad es una paradoja, el invento del sueño por despertar. La mentira es la herencia predilecta de los políticos.
Es un contrasentido decir que no podemos hacer nada o que no tenemos tiempo para detener el avance de la ignorancia y el atropello a las libertades. La democracia se encuentra en sentido inverso a la realidad, ocurre porque lo permitimos.
El gobierno local, la municipalidad del pueblo más pequeño y alejado de la civilización de la corrupción, se encuentra contagiado de contrataciones irregulares y decisiones ilegales, pero nadie observa esa pequeña suerte de virus mutante que va creciendo hacia las municipalidades provinciales y luego a los gobiernos regionales, que son las escuelas del salto al más allá del bolsillo vecino, para subir a la escena nacional de la billetera gorda de fajos de billetes sucios y privilegios de bajos instintos.
Y de allí, al gobierno nacional y al Congreso, a los nuevos centros penitenciarios que oficializan la posibilidad y legitimidad de ser un criminal de alto vuelo y bajo perfil, pero distinguido con un cargo público que pagan los afectados en la pobreza, los de las clases medias que siempre se callan y los empresarios que siguen pensando que se puede hacer algo más, pero pierden más en pensar y dejar pasar, dejar hacer (el delito).
Estamos igual que ayer, pero mejorando en la incertidumbre, aumentando en la corrupción, engrandeciendo en el abuso, mientras cerca de cuarenta “partidos” se enfrascan en buscar atracción electoral para producir “atracción fatal”.