Es fabuloso el escenario político peruano, porque constituye una mezcla de la estupidez y la ignorancia, algo así como dos porquerías que no se mezclan, porque compiten por ser la peor parte del componente que los ciudadanos “dejan hacer, dejan pasar”, mientras el país sigue en su ritmo normal, zozobrando y zonzobrando. Es el Perú de los mil engaños y diez mil descomposiciones, donde los talentos se alejan de la política, donde los imbéciles se ponen ropas de estilo bandolero, para hacer de su circo el alimento de sus hojas de vida. Todo folclórico y alejado de la realidad.
Decir lo que ocurre para que se entienda, es exponerse a una tira de caricaturistas de la inteligencia, cloacales monaguillos de las izquierdas del odio que se salpican de insultos, agravios y ofensas, para desplazarlos hacia el centro y la derecha, hacia lo que parece ser de centro y de derecha. El país es una novela de engaños y maldades, falsedades y “atormentamientos” cada día más extraños, pero similares a los del pasado. Todo se repite, la estupidez, la cola de los ladrones, el rostro de los mentirosos, la lengua de las víboras feministas que no son femeninas, las defensoras de los derechos humanos que publican sus fotos embarazadas diciendo “ya viene mi perqueñín” pero cuando se trata de las mujeres del pueblo, les dicen que lo que llevan en el vientre es “un algo, pero no es ser humano”. Así es el Perú del siglo de la oscuridad.
Y miramos y leemos que ya hay treinta y cinco grupos de la guerrilla electoral, de la subversión partidaria, del enloquecimiento político -que no es política, pero se ha ido validando la inmundicia que lo reemplaza y le ha robado ese nombre-, y entonces venimos a decir que todo es un desastre, que vamos de mal en peor, como siempre, pero peor. Y no hacemos nada y no haremos nada, porque no nos da ganas la nada.
Estamos aburridos de ronroneos y pinponeos. Estamos cansados de prófugos que anidaron en Palacio como sus porteros escondiendo en los baños fajos de miles de dólares, del billete “imperialista” que les encanta y decanta para verlos como son: piratas, filibusteros y ebrios de un poder asqueroso que no los hace ser líderes, ni referentes, sino los mismos don nadie y don nada de siempre, como lo que es, fue y será la izquierda del odio, hasta su extinción local.
Necesitamos balas de inteligencia y granadas de precisión educativa para limpiar el horizonte donde se esparcen los males del comunismo vestido de fustán rosa. Necesitamos inyectarnos ganas de vencer la nada, de enterrar la imbecilidad ajena porque no nos pertenece, necesitamos fulminar el desgano y darle vida a la esperanza porque si no, seguiremos igual y peor, como siempre, pero peor.