Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano
Con información vía Vatican News
Una mirada vigila constantemente la vida nunca estática de una realidad tan multiforme como la que gira en torno a las colecciones pontificias. Desde las obras maestras de valor inconmensurable hasta el flujo ininterrumpido de visitantes de todo el mundo: nada escapa a los 40 monitores de la Sala de Control de los Museos Vaticanos.
La dirección del arte
En las pantallas, las imágenes de los distintos repartos y depósitos se alternan con los datos que registran el acceso a los detectores de metales o el número de personas que pasan por los torniquetes de entrada. La sala de control está coordinada por Alessandro Fadda, jefe de la Sala de Control de los Museos Vaticanos, un centro neurálgico desde el que se puede contar el número de visitantes de cada sala o gestionar las alarmas y la video vigilancia de todo el complejo museístico: además de guardar con seguridad las llaves de las vitrinas de los 12 repartos y sus respectivos depósitos, la Sala de Control es también el puesto desde el que se gestiona la circulación a lo largo de los siete kilómetros del recorrido: “A partir de las siete de la mañana, la Gendarmería nos entrega la supervisión de las cámaras situadas en el interior de los museos. En caso de aglomeración, intentamos desviar el flujo de turistas: en los últimos años, marcados por la pandemia, es una operación especialmente importante. También podemos intervenir si alguien se siente mal en las salas. Una vez alertado uno de nuestros custodios, podemos hacer llegar un médico en cinco minutos gracias a un servicio que se presta en colaboración con las Misericordias”.
La tecnología al servicio del hombre
Actualmente se está implementando un nuevo sistema de video vigilancia gracias a la colaboración entre la dirección de los Museos Vaticanos, la dirección de los Servicios Técnicos, la dirección de Telecomunicaciones y el Cuerpo de Gendarmería. “El nuevo Proyecto de seguridad y servicios de los Museos supone un gran salto tecnológico, ya que supone una actualización del sistema analógico al IP”, explica Luca Della Giovampaola, Jefe de la Oficina de Soporte Tecnológico de los Museos Vaticanos. “Aprovechamos inmediatamente la complicada operación de colocación de kilómetros de fibra óptica bajo los Museos, para instalar también los servicios de telefonía y red que queremos ofrecer a los visitantes durante su estancia en los Museos Vaticanos”.
El brazo operativo
El ojo de los museos. Así se puede definir la Sala de Control: pronto será completamente renovada, la estructura actual data de 2009. En el ámbito de la seguridad”, continúa Della Giovampaola, “hoy en día la tecnología informática desempeña un papel predominante, pero el factor humano no podrá jamás ser eliminado. El Cuerpo de Guardia desempeña un papel insustituible en estrecha coordinación con la Sala de Control. Se trata de un equipo de trabajo dirigido por el inspector jefe Fulvio Bernardini e integrado por tres jefes adjuntos, 18 jefes de sección y 240 custodios. Controla la vida del museo a 360 grados y es un punto de referencia esencial para los visitantes. Inmediatamente reconocibles por sus uniformes azules, los guardias realizan diversas tareas: desde el control de los billetes o pases verdes hasta la seguridad de las obras de arte, pasando por las operaciones de primeros auxilios y la seguridad del museo. Su trabajo abarca todo el día, comenzando a las seis de la mañana, cuando antes de la salida del sol y con las salas aún están a oscuras, inician las primeras visitas especiales.
El visitante en el centro
Lo que más nos enorgullece”, explica Bernardini, “es nuestra relación con los visitantes: una media de treinta mil al día en tiempos normales, trece mil en estos últimos meses de la pandemia. Los visitantes confían en nosotros y son el centro de nuestra atención en todas sus necesidades: ya sean ancianos, mujeres embarazadas, niños o discapacitados. Llevar este uniforme es un orgullo para nosotros”.
Los guardianes de la “belleza”
A cada guardia se le encomienda cada día a rotación una sala: todas las mañanas consulta un registro, que hasta ahora ha sido en papel pero que pronto será digital. Su firma al inicio de su turno, al cambio de turno y al final de la jornada laboral es una garantía de que todo está bajo control. Las firmas del guardia al inicio del trabajo, al cambio de turno y al final de la jornada laboral son una garantía de que todo está bajo control. Del mismo modo, los nombres del personal de limpieza deben registrarse en un formulario cuando prestan servicio en las salas de exposición.
Una casa para el visitante
Estos últimos son un pilar para el funcionamiento de la “máquina” de los Museos Vaticanos. “Acoger a los turistas es lo más hermoso: es nuestra tarjeta de presentación”, explica Novella Giovannetti, responsable de la Oficina de Servicios Contractuales de los Museos Vaticanos. “Unas cincuenta personas realizan este trabajo desde las 6 de la mañana hasta el cierre del museo en horarios acordados con el Cuerpo de Guardia”. A cada equipo se le asigna un área: salas de exposición, laboratorios, oficinas, almacenes. El cuidado y la atención con la que el personal realiza su trabajo es extremadamente alto. Cabe destacar la operación de desempolvado, la limpieza programada cada seis meses por la Oficina del Conservador y llevada a cabo por un equipo altamente especializado: “Se trabaja en las partes superiores de las salas y se desempolvan las cornisas y las paredes”.
Compromiso y pasión
Novella Giovannetti también está a cargo de otra área importante de la experiencia de los visitantes del museo: la restauración. “La cafetería, la pizzería, las zonas de autoservicio, las máquinas distribuidoras, el bistró del Cortile della Pigna: son servicios con los que queremos mimar al visitante, haciéndole sentir como en casa, dándole la posibilidad de elegir entre menús internacionales, desayunos, aperitivos, coffee break y happy hour“. La Oficina de Servicios Contractuales de los Museos Vaticanos también coordina las audio guías y radioguías que se ofrecen a los visitantes: “Coordinar un equipo tan grande -concluye Giovannetti- es exigente, pero también muy satisfactorio. Intentamos llevar a cabo este trabajo con amor y pasión”.
El amo de llaves
Una parte fundamental del Cuerpo de Custodia y vinculada a él es el ente de los amos de llave. Está formado por diez personas: sólo ellas tienen acceso al búnker donde se guardan las 2798 llaves de los Museos Vaticanos: todas ellas están numeradas, excepto una. Es la que, guardada en una caja fuerte especial, permite el acceso a la Capilla Sixtina. Data de 1870 y es un ejemplar único. En esto se diferencia de todas las demás, cada una de las cuales tiene hasta cinco ejemplares. En la misma bóveda se encuentran las llaves que antes del Cónclave se utilizan para sellar las puertas que conducen desde los Museos al sacellum pintado al fresco por Miguel Ángel, donde tiene lugar la elección del sucesor de Pedro.
Al amanecer y al anochecer
El tintineo metálico del voluminoso manojo acompaña los pasos del amo de llaves, que cada mañana abre todo el itinerario de la visita a la Biblioteca, partiendo del Museo Pio Clementino. A este último pertenece la llave más antigua, el número 401, forjada en 1770. Al amanecer y al atardecer, el amo de llaves recorre en soledad y a la luz de una antorcha, a historia larga cinco siglos de las colecciones papales.