Lo venimos diciendo y verificando casi a diario: la izquierda del odio alienta, incentiva, promueve, auspicia y aplaude toda forma y expresión agresiva hacia sus “objetivos” de ataque político, en especial, contra quienes representan lo contrario a la violencia, el resentimiento y la subversión.
Es así que, en el curso del presente año, los ataques contra las personas que no son de izquierda, han aumentado en su ejecución y cobardía, golpeando físicamente, lanzando objetos contundentes y provocando amenazas a la vida y tranquilidad inclusive, de los familiares, muchos de ellos menores de edad.
A la izquierda del odio, solo le interesa “prender el incendio” para arrasar, maltratar, ofender y asesinar la frágil democracia que subsiste a los embates de la guerra ideológica promovida por el marxismo que quiere renacer desde algunas oenegés, medios de comunicación decadentes y muy pocas aulas universitarias con profesores activistas y militantes fanatizados, pero no lo logran, porque son los jóvenes quienes rechazan con mayor decisión y contundencia, el retorno de los años sangrientos del partido comunista Sendero luminoso y del criminal grupo de bandoleros del MRTA, ambos, añoranza y nostalgia de los actuales caviares.
La izquierda, las izquierdas del odio han perdido respaldo popular y lo poco que les queda se sigue extinguiendo porque sus banderas no son las de la Patria y porque la corrupción y la impunidad son su rostro bajo la máscara de la fracasada revolución que a nadie le interesa, sólo a los dueños de los mini partidos que cada año cambian de nombre para limpiarse de sus antecedentes delictivos.
Existe un inocultable deseo y ansiedad de violencia, como el querer reimpulsar lo que denominaban ellos, los comunistas, “la guerra popular del campo a la ciudad”, pero no les funciona, porque en provincias ya se ha dado cuenta la población, que ni una sola alcaldía o gobierno regional de izquierda, que se decían movimientos independientes, ni una sola de sus administraciones ha estado limpia de corrupción y que además, las palabras llenas de populismo y demagogia no prenden en la conciencia ciudadana, porque la violencia no hace historia.
Tenemos un país cerrándole el paso a la izquierda del odio, hay que fortalecer ese camino hasta el entierro final.