Muchas veces y ahora más que ayer y antes de ayer, algunos gobiernos de las izquierdas del odio se han dedicado a tratar de convencernos que sus iniciativas, normas de cualquier rango y las leyes que promueven, son para garantizar las libertades y fortalecer la democracia. Sin embargo, por sus acciones vemos que eso no es verdad, ya que son textos ambiguos, escritos incoherentes o fórmulas carentes de sustento que se presentan “amigables” hasta que disparan su trasfondo de maldad cargada de ideología.
Los activistas del odio y los militantes de la envidia y el resentimiento se esfuerzan en darle “forma” a sus postulados contra la libertad y para ello, tienen una arquitectura militante de propaganda que suaviza el contenido, compuesta por medios de comunicación partidarizados que en vez de informar adoctrinan y desinforman, oenegés que actúan como agentes de convocatoria y aplauso a sí mismas con frecuencia usando la victimización como sombrilla, académicos que aspiran a ser congresistas y nadie los promueve, dirigentes de todo lo que pueda dar imagen inventada de cierta representación ciudadana y por supuesto, los que promueven las leyes desde alcaldías, el congreso o alguna función pública no electa (ministros, embajadores, asesores de gobierno). La gran mayoría, con precio en su frente o en el pasaporte.
Muy bien lo expresaba en redes sociales un mexicano: “De hecho la interpretación del texto da a entender otra cosa, y si bien puede ser que en el fondo persiga un fin ‘noble’ – dado el contexto con el que se da la reforma- da a entender otra cosa pequeñita, pequeñita, algo así como la expropiación”. Y es que así viene la inyección, te dicen que es para sanar, aunque molesta un poco, pero luego te contamina hasta acabarte en vez de curarte.
En la Ciudad de México CDMX, que es adónde vamos a contarles la historia, se les ha ocurrido eliminar el Derecho a la Propiedad Privada -lo afirmamos y repetimos para tenerlo muy claro-, eliminando su existencia legal, formal y textual, la misma que estaba señalada en la correspondiente Constitución local: “el decreto emitido no explica en qué consiste la medida y de qué manera afecta o beneficia lo anunciado por el jefe de Gobierno de la CDMX, Martí Batres”.
¿Pero entonces, qué ha ocurrido? Que, en la modificación legal, de un plumazo, se eliminó el término “propiedad privada”. Y entonces algunas personas dicen -incrédulos del mal en curso- “pero si solamente se ha retirado esas dos palabras, ¿Cuál es el problema?”. El problema amigos y no amigos, se llama Libertad. Y el problema es mayor por cuanto todo depende de la interpretación que el Gobierno capitalino le pretenda dar a los cambios efectuados en la Constitución, teniendo en cuenta que se partió queriendo eliminar la frase “propiedad privada” para que quedara solamente “propiedad pública y social”. Una medida con aroma a totalitarismo en marcha.
El debate por supuesto, también engañoso, fue conducido en esa ruta de imponer la frase “propiedad pública y social” pero como una estrategia para decir luego “está bien, retiramos esa frase siempre y cuando se retire también la frase “propiedad privada”. Y así, así cayeron en el juego de la trampa izquierdista los que confiaron en los inconfiables. ¿Ahora sí observan qué fácil engaña izquierda del odio gracias a la miopía de su “contraparte”?
En una lúcida entrevista, la Magistrada Olga Lidia López Treviño dijo que “Lo más complicado de esto no es la redacción sino la interpretación que le están dando y lo que ellos querían desde un inicio con esa presentación de la iniciativa. Ahorita están diciendo que lo hicieron porque la interpretación que le puede dar el Poder Judicial, repito, es lo complicado”. Preguntamos por ello a nuestros colegas mexicanos si la justicia es independiente del poder político y ni uno solo pudo decir “sí”.
En términos prácticos, con este decreto, de ahora en adelante en la Ciudad de México, el gobierno “puede expropiar sin ningún problema los bienes de cualquier persona, ya sea casas, terrenos, inmuebles, bajo el argumento de que al no existir el término propiedad privada, quedan por encima los intereses comunitarios y públicos en favor de la sociedad”, a pesar que la Constitución Federal parezca garantizar la propiedad privada, pero en realidad “con la aplanadora del partido izquierdista Morena en el Congreso, lo siguiente, ahora sí, va a ser modificar el artículo 27 de la Constitución. Ya sabemos para dónde apunta toda esta alineación de Leyes que están haciendo” nos dice un preocupado ciudadano mexicano.
Las leyes polémicas, las de las palabritas que no dicen nada, esconden todo y hoy en día, cuando son por unanimidad, algo tienen de autoritarismo. Por eso, siempre es importante la discrepancia, el argumento, la prudencia, las razones, los fundamentos, las proyecciones, los escenarios, proteger el sentido de pertenencia; por un lado, va lo público, por otro rumbo va lo privado en lo más alto de la Libertad cuando es de uno y de su esfuerzo.
Y finalmente, “no manches”, no digan que no, por decir que sí, cuando no existen garantías en la justicia y por ello, hay que ser celosos defensores de la propiedad privada, que, en Ciudad de México, ahora es inexistente en su Constitución y eso nadie lo puede negar, menos los políticos tontos que han caído en el juego de la izquierda del odio.
Solamente les falta a los ciudadanos tener que pagar renta al Estado, único dueño de todo, o aceptar que la habitación de huéspedes tarde o temprano será puesto en uso diario, por decreto.
¿Cuándo algunos pusilánimes entenderán que han dado todo el poder a sus propios verdugos? Y como México, van todos a paso firme en la decadencia de la aceptación de la sentencia totalitaria, aceptada otra vez más, por unanimidad.