Lo más fácil puede ser echarle la culpa a quien no la tiene, también podríamos buscar “responsables inventados” y en otros extremos, no sería inusual que el Congreso y los que gobiernan se turnen en ser los responsables, sin embargo, el tema es mucho más amplio porque involucra a todos, ya que la democracia no es asunto de unos y problema de otros, sino una responsabilidad contractual ciudadana.
En el Perú, como en casi toda Latinoamérica, la democracia es un sueño que muy pocos han tenido en momentos de inspiración y se ha convertido en otras definiciones alejadas de su esencia. La democracia se ha hecho medir por indicadores de desprestigio y no se ha edificado su imagen en valores, principios y virtudes porque eso no le conviene a los políticos.
Los políticos de este siglo de la decadencia y el retroceso, son los asesinos de la democracia y quieren ser los sepultureros de la Libertad.
En ese contexto de mirar una muerte que no necesita ser anunciada, los ciudadanos han perdido la fe en si mismos, han dejado de ser parte de la sociedad, se han recluido en su indiferencia, en la dejadez. Es lamentable, pero están cansados de lo mismo de siempre y no quieren hacer nada para recuperar lo que se ha perdido porque es un juego de alto riesgo.
¿Qué queda, qué nos queda? Dejar de mirar hacia atrás, comenzar a mirar hacia adelante, pero participando, actuando, activando, enfrentando, derrotando a los miserables que quieren que todo siga siendo igual, que quieren llevarnos hacia la destrucción total.
El Perú no merece más venganzas y obsesiones, no necesita que se siembre la semilla de la maldad y se coseche el fruto podrido de la izquierda del odio.