Es posible hablar de candidatos “potenciales” a la presidencia de la República, como en el caso de Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, César Acuña y paren de contar, porque tienen estructuras políticas que cada una a su estilo, se encuentran activas. Luego, en un segundo plano, podemos especular en cuanto a Acción Popular que presentaría una candidatura de equilibrio entre el desprestigiado grupo de “los niños” y el soberbio espacio -pequeño, pero con recursos- que trata de impulsar Alfredo Barrenechea sin contar con el aval de Vitocho, Raúl Diez Canseco y algunas otras caras visibles de ese partido. ¿Algo más? En realidad, desde esta valla “institucional” se nota una franja extensa de distancia en la que comienzan a mencionarse los nombres de muchos fracasados, frustrados, peliculineros, faranduleros y tuiteros buscando ser noticia y consideremos unos momentos, “algunos ciudadanos ilusionados con servir al país”. Hablamos en suma, de cerca de 50 peruanos con ganas de ser presidente, porque se sienten presidentes en potencia. ¿Mucho santo para tanto infierno?
Triste escenario, terrible situación. De todos los de esa mancha que ensucia la política que a su vez se encuentra extremadamente sucia, solamente Keiko y López Aliaga dan ideas, hacen esfuerzos, secuencia, demuestran política, mensajes a su estilo, una coherencia en sus ideas y posiciones que nadie puede negarles. Hablan de lo que son, de lo que hacen, de lo que pretenden hacer y se habla de ellos. Eso es política.
Los demás, entre los cuales se escucha tímidamente al APRA, que no se da cuenta que en unidad “podría” presentarse como un resurgir político del mensaje de Víctor Raúl, aparece una vez a la semana alguien del PPC que tampoco se da cuenta que su imagen es la de “los mejores, convocando a los mejores” y si bien Carlos Neuhaus ha logrado atraer a Fernando Cillóniz y algunos personajes regionales, existe un amplísimo sector de profesionales prestigiados a los que se debería invitar. Eso hizo Bedoya en 1978 y lo mejoró en 1980 fortaleciendo una base de impulso extraordinaria con Osterling, Elías, Amiel y muchos otros más. El APRA y el PPC no recuerdan, se olvidan cómo se hace un partido sostenible en el tiempo.
Y a renglón seguido hay tres grandes espacios en la pequeñez: la deshonestidad de las izquierdas del odio, desde las extremas a las caviares que no esconden su violencia, la espontaneidad de los que gastaron sus balas para inscribir un partido sin ideas, sin programas, sin dirigentes nacionales y sin liderazgo y, los sinvergüenzas que saben que están jugando a la lotería y lanzan discursos populistas pretendiendo “hacerse de una imagen” al estilo Milei, Bukele o en ataque de locura, al estilo Evo o Bachelet. Se hacen hasta peinados, barbita, maquillajes y fotos “parecidas” a sus ídolos del momento.
Como ven, no hay ni una sola imagen o rostro de izquierda que sea presidenciable, no hay ni una sola imagen o rostro del centro (o sea, de la izquierda del odio también) que pudiera por lo menos candidatear con la esperanza de no ser siempre la menos votada y, como ven, no hay ni una sola opción de unidad en la derecha.
Todo esto es, hasta el momento.