Puede resultar irónico, pero ocurre porque sucede y se repite cada día más en las izquierdas del odio, aquellas que acumulan desperfectos intelectuales por deshonestidad de dinero mal habido, casi siempre proveniente de la corrupción que generalizaron con su amado “dios” Odebrecht, al que hoy niegan o simplemente evaden en su identidad común, la del delito, como pensando que nos hemos olvidado de la suciedad que los embarra, de la sangre necrosada que los alimenta, sin nutrientes morales, sin vitaminas de valores.
Todo es malo y ellos son los perfectos, increíble escucharlo o leerlo, pero es lo que hay y se dice de las izquierdas del odio: que proclaman una nueva verdad, una nueva sociedad, una nueva estructura social bajo la arquitectura de la falsa inclusión y la negada diversidad, ya que son las izquierdas las que deshacen todo el tejido social y a la vez, explotan a los incautos, ingenuos y desubicados que se convierten en sus fanáticos activistas y militantes, soldados del odio de la nueva revolución, del nuevo pensamiento colectivista -para los demás-, sin embargo, exclusivo para los “dirigentes” de las también “nuevas izquierdas”, que hoy ya no se dicen comunistas, ni socialistas, ni marxistas leninistas, sino progresistas, ecologistas, ambientalistas, frente amplistas y hasta “del buen vivir”. Para eso, sí se han vuelto creativas las renegadas bandas revolucionarias que promueven bajo el fustán, las revueltas subversivas y los ataques violentos contra las frágiles democracias que aún subsisten.
Sin embargo, sabemos muy bien que son fuentes y generación de irracionalidad porque la ignorancia las desborda y la arrogancia devenida en cáscara mediática las absorbe. En eso, las izquierdas y sus odios se valen de cualquier careta y antifaz, porque necesitan encender como sea lo que sea, con tal de asegurarse vigencia y atracción, pero no les resulta, porque su fatalidad está en no reconocerse como antes: marxistas leninistas, senderos revolucionarios de la guerra popular del campo a la ciudad. Ya no son lo que predicaban, ya no son puño ni combate violento, eso quedó en el oscuro pasado de millones de tumbas con nombres de campesinos, obreros, maestros, clasesmedieros fanatizados y algunos millonarios envueltos en renegar de sus orígenes y destinos.
Nos enfrentamos hoy en día, a una turba de estúpidos que se dicen ser de izquierda, siendo peor que eso, porque son la irracionalidad y la ignorancia como marca política del odio.