Vemos una especie de guerra o lucha por el protagonismo institucional (de instituciones que no se comportan a su altura) en la que prima un ventilador inacabable de acusaciones y señalamientos de responsabilidades ajenas, sin mirar las propias.
Es así que el Poder Judicial menciona interferencias inconstitucionales del Congreso de la República, la Fiscalía de la Nación opta por el mismo discurso, el Tribunal Constitucional le enmienda la plana a la Junta Nacional de Justicia, el Ministerio del Interior y los jefes policiales acusan a la Fiscalía de favorecer la criminalidad y al Poder Judicial de liberar delincuentes, los medios de un lado se van con todo contra los poderes del Estado y los otros medios “solo ven lo que pasa”. Y alrededor de todo esto, los ciudadanos se han vuelto indiferentes, desganados, ajenos a la suciedad política.
Vivimos el desorden institucional provocado “para desinstitucionalizar” lo que era un Poder o una estructura del Estado, con lo cual se le desmerece, se le señala como no funcional y dedicada a intereses subalternos. Estamos en el Perú donde muy pocos defienden al Poder Judicial, al Ministerio Público, al Congreso de la República, al Poder Ejecutivo, al Jurado Nacional de Elecciones, a nuestra Policía Nacional… ¡Qué desastre! En la mente de millones nada funciona como debería ser, porque la corrupción y la impunidad son las nuevas instituciones nacionales.
Frente a este enredo o casi caos, ¿Qué organizaciones políticas ofrecen respuestas, ideas y propuestas? Difícil decirlo, muy difícil rescatar equipos con dirigentes y liderazgos nacionales que se sienta que son el rostro y la palabra de todos.
En el reino del desorden institucional, se necesitan partidos políticos y no “apostadores electorales” que quieren vivir de la política sucia que inunda la historia del Perú.