Cuando hablamos de las izquierdas del odio, las que gobiernan o dominan escenas del poder ciudadano en muchos países, es sintomático decir que tienen sentimientos, que las anima algo especial, tal vez el cariño por la Patria (pero con acciones con las que la quieren destrozar), quizás el amor hacia un cambio (siempre que les permita permanecer viviendo del dinero ajeno, el de los impuestos de los pobres y de las clases medias en especial que siempre pagan impuestos directos o indirectos), pudiera ser que en verdad, en “su verdad”, hubiera un pequeñísimo sentido común por lograr metas y objetivos que beneficien a todos, pero, es imposible pensarlo, menos aún, creerlo, porque la esencia del odio no produce nada positivo, nada que construya, nada edificante.
El drama no es de las izquierdas, sino de la exportación de sus iras y odios hacia los demás. Entonces se trata de expandir veneno, viralizar miedo y violencia, sembrar las semillas de la maldad y la perversión, con los más malos y pervertidos ventiladores de la asquerosa política que hoy, como ayer y antes de ayer, quiebran economías, trastocan la moral, desconocen la ética, ahuyentan valores, entierran principios y castigan las virtudes y condenan la moral. Desvirtúan los conceptos que manipulan y retuercen exitosamente, gracias a la aniquilación mediática de una prensa cómplice.
¿Qué quieren las izquierdas entonces? Hacer de su maldad “el mundo nuevo”, aquél que no pudo edificar Marx, ni Lenin, tampoco Stalin o Mao asesinando millones de niños y mujeres, campesinos y obreros, ancianos y enfermos que estaban abandonados para morir, mientras el luminoso partido comunista penetraba en las estructuras del Estado anquilosado por décadas, para reconvertirlo en una máquina todopoderosa de sangre y persecución totalitaria, en una patria de autómatas sin pensamiento crítico, mientras aplicaba su modelo violento contra toda expresión de Fe y racionalidad alternativa a lo que los comunistas o también llamados socialistas iban desarrollando para reprimir, arrasar, destruir y enterrar, para gobernar por medio del terror.
El mundo fue un drama terrible y se le veía morir, mientras “no se podía decir nada a la revolución del odio”. ¿Es eso una paradoja o fue una total estupidez? Fue un crimen de Lesa Humanidad el permitir los crímenes de lesa Humanidad que por décadas activaron impunemente las izquierdas, con el aval, miedo o complicidad de organizaciones no gubernamentales amparadas por la sombrilla del ente que fuera creado para evitar guerras y estimular la paz, o sea, la Organización de Naciones Unidas, relacionada a esa ideología perniciosa.
Pero no solo fue un flanco el que la auspiciaba y ayudaba, sino que sembraron más allá, hacia la educación en niños y jóvenes, hacia el ámbito dirigencial en los miembros del magisterio, reconvirtiendo la educación en alineación activista para formar militantes ideologizados, adoctrinar, no educar. Así, también por décadas se hicieron de millones de mentes atrofiadas, de millones de ignorantes robotizados en “nuevas” historias, nuevas verdades, nuevas “fes” (como si fuera el marxismo leninismo una religión y los dirigentes de su manada, los pontífices de su congregación). Tremendo problema histórico, terrible cáncer de la humanidad.
Sin embargo, aún cuando la maldad dura y es difícil de vencerse porque tiene algo así como que estatiza las neuronas o las deshace, nacionaliza y convierte en nada, el tiempo tuvo la suerte de ver nacer las redes sociales, el mayor muro de contención a las izquierdas del mal. Las redes sociales se han convertido en una fuente de información de las masas, y si bien esa izquierda enferma trata de usarlas para desinformar, siempre hay una cámara, una foto, un testigo que postee la verdad. Aquí o en cualquier celular, laptop o computadora de casa, el trabajo o la escuela y la universidad, los más jóvenes en especial se han renutrido, revitaminizado, reneurononizado y reubicado para despertar y enfrentar la tiranía de la política del mal de las izquierdas. Cada día más y más jóvenes se alejan del socialismo romántico inculcado en las escuelas y universidades de todo el mundo occidental.
Hoy por eso, la Derecha auténtica está peleando en varios frentes, un poco dispersa, pero enrumbada hacia una misma meta: acabar con la izquierda, enterrarla y sellarla para que no siga esparciendo odios y resentimiento, agresiones y violencia, pobreza y miseria. Para que dejen de tener éxito en preparar el terreno para el Nuevo Orden Mundial.
El reto de la Derecha es amplio y requiere ideas y propuestas, información y explicación, discurso y agenda, limpieza dirigencial y seguimiento de liderazgos auténticos. ¿Es posible lograrlo?